Comentario de la Librería
Este pequeño libro es uno de los iconos del universo psiquedélico -o, mejor dicho, psiconáutico. Escrito y publicado en 1952, al mismo tiempo que el celebérrimo La puertas de la percepción, de Aldous Huxley, Visita a Godenholm fue un relato que pasó casi desapercibido. Y de hecho, entre ambos escritos existe un gran parentesco.
Si el ensayo de Huxley versaba sobre las desvelaciones que le aportaron sus primeras experiencias con la mescalina, en este libro de Jünger se diserta sobre lo mismo: nace de sus primeras aproximaciones al mundo del ácido lisérgico, sustancia a la que el autor se adentro de la mano de Albert Hofmann, su creador. Pero entre ambos libros existe un punto de equidistancia: mientras que Huxley menciona en sus ensayos las sustancias alteradoras de la mente (LSD, mescalina, hongos), en el relato de Jünger no aparece mentada ninguna droga; simplemente, tras la ingestión de un té -como si nos encontráramos en la novela de Proust, En busca del tiempo perdido-, arranca el viaje, la experiencia.
En el desarrollo de esta breve noticia Jünger nos presenta un reducido grupo de exploradores, científicos y estudiosos, que se acercan a la residencia del enigmático Schwarzenborg -un personaje que anda entre la sabiduría y el distanciamiento, y que en cierto modo queda prefigurado por el mismo Jünger. La exploración del universo de la experiencia psiquedélica, a la que los introduce el anfitrión, en cierto modo es también un ensayo, una aproximación a las posibilidades que abre la LSD a la cultura occidental: la posibilidad de acercarse al conocimiento de forma directa, sin necesidad de intercesión de libros, clasificaciones y largos estudios científicos; el poder trascender las barreras entre el yo que se proyecta hacia el exterior y las fuentes del mundo interior, de las que emanan creatividad, recuerdos y posibilidad de reevaluación. En definitiva, una posibilidad de autoconocimiento para reflexionar, aprender y acercarnos a la relación entre nuestro ser y el mundo que nos rodea.
Los paralelismos entre la trayectoria de Jünger y de Huxley no terminaron aquí: ambos siguieron escribiendo novelas, artículos y ensayos basados en las sustancias visionarias -en uno de los cuales se propuso el término psiquedélico para referirse a estas sustancias, y en otro el vocablo psiconauta para mencionar al explorador de los universos de la mente.
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