Primer capitulo del libro
El Árbol del Alimento de los Dioses
Esta historia comienza con un árbol, un arbolito delgado, modesto, satisfecho de crecer a la sombra de gigantes de inmensas raíces. Y la trama de esta historia será cómo las semillas de este árbol llegaron a adquirir una inmensa importancia social, religiosa, médica, económica y, desde luego, gastronómica, a ambos lados del Atlántico. En el Nuevo Mundo que la vio nacer esa semilla era tan valiosa como alimento, como dinero y como símbolo religioso que la literatura en torno a ella no es superada en cantidad ni en diversidad por lo escrito acerca de ninguna otra de las plantas americanas que hicieron el viaje al Viejo Mundo.
Nuestro relato comienza en México y América Central, miles de años antes de la Conquista española. La narrativa se basa en fuentes europeas, sobre todo para el uso, más tardío, de la semilla; pero la documentación del Nuevo Mundo, menos conocida aunque igualmente extensa, servirá para equilibrar el panorama.
Los invasores europeos tenían que ponerles nombres a todas las plantas, nuevas para ellos, que habían« descubierto», y luego debían esforzarse por acomodarlas en los esquemas de clasificación y la teoría de la salud de la época, dispuestos todos por autores clásicos de un pasado remoto, que no habían tenido la menor idea de la existencia del Nuevo Mundo. A su vez, los pueblos nativos de las nuevas tierras tenían que lidiar con sus cosechas familiares, conocidas desde miles de años atrás, ahora re bautizadas y reinterpretadas por imposición de los europeos.
La confrontación entre ambos mundos queda bien ilustrada por el nombre científico de nuestro árbol: Theobroma cacao, que en 1753 le dio Carl von Linné, el científico sueco del siglo XVIII mejor conocido por la versión latinizada de su nombre, Linnaeus o, en español, Lineo. El sistema binominal que usamos ahora para clasificar todos los seres vivos fue inventado por él para sustituir las incómodas frases descriptivas en latín que empleaban sus predecesores. La primera parte de este binomio en particular, el nombre del género al que pertenece el cacao (el «árbol del chocolate»), viene del griego y quiere decir «alimento de los dioses». No está muy claro en qué dioses pensaba Lineo, aunque se sabe que era muy afecto al chocolate. El término americano «cacao» -que como veremos nos da una clave para desenmarañar la historia más antigua del chocolate- le parecía bárbaro, así que lo relegó a un segundo lugar, como nombre específico.
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