Comentario de la Librería
Este es un libro sorprendente. Publicado inicialmente en 1936 -y conservando toda su actualidad e interés- supone el primer estudio extenso que relaciona claramente diversas plantas psicoactivas con las experiencias espirituales, así como su empleo en un contexto religioso.
El autor, Philippe de Felice, era un teólogo protestante francés que trabajando con personas alcohólicas se dio cuenta de la posible relación entre la embriaguez y un anhelo para alcanzar estados 'místicos' de la conciencia. Esta impresión personal del autor quedaba reforzada también por las reiterativas referencias a los 'vinos místicos' que se encuentran en la poesía sufí del Islam. Ni corto ni perezoso, De Felice se embarcó en la redacción de un ameno y erudito estudio sobre la relación de diversas plantas embriagantes, las experiencias espirituales que parecían proporcionar, y su uso en un contexto religioso a lo largo y ancho del planeta.
La narración de los diversos capítulos del libro parte del estudio de los numerosos informes que viajeros, exploradores, funcionarios o misioneros habían enviado a Europa desde Asia, América, África o Australia, a lo largo del siglo XIX, describiendo las extrañas prácticas y empleos de estas plantas mágicas por parte de las culturas más remotas y extrañas. Así mismo, el autor hace una pionera investigación de textos religiosos, como los Vedas o los libros sagrados del antiguo Irán, para sacar a la luz la posible naturaleza visionaria de antiguos alimentos sagrados como el soma hindú, el haoma de los zoroástricos, o la relación de Dionisos con las plantas embriagantes. En este sentido, podríamos decir que este libro pionero se avanzó en varios decenios a otros estudios que se llevaron a cabo durante el siglo XX sobre estos temas.
Además del carácter precursor de este estudio en relación a los embriagantes de antiguas religiones euroasiáticas, en los capítulos del mismo también encontramos extensas referencias al empleo de la ayahuasca en un contexto chamánico en América del Sur (justo en la misma época en la que R.E. Schultes viajaba por estos lugares, pero muchos años antes de que se empezara a extender el interés por esta planta), a la Amanita muscaria, el khat, el betel, el peyote entre los huicholes o los cora, así como el empleo de este cactus en la Iglesia de los Nativos Americanos (NAC), así como numerosas plantas más (como el el cáñamo, el tabaco, el kava, o la coca).
Esto nos puede hacer reflexionar sobre la gran cantidad de información disponible acerca de las plantas enteogénicas que había a principios del siglo XX. En realidad, otros autores se habían avanzado a De Felice en la narración del empleo de varias plantas psicoactivas, como Louis Lewin, Mordecai Cooke, o von Bibra, pero en el enfoque de estos ensayos no había una clara mención a su empleo espiritual o religioso, mientras que en el presente estudio éste es el principal enfoque. Es posible que este hecho sea debido a que De Felice fuera un pastor de la Iglesia protestante, tuviera una formación en teología, y que al mismo tiempo se hubiera fijado en la inclinación 'mística' de un pequeño grupo de bebedores de alcoholes: el bebedor solitario que aspira a entrar en un estado de ensoñación que disuelva su ego individual para alcanzar una experiencia de comunión con el mundo y de trascendencia del ego personal. Durante la segunda mitad del siglo XX numerosos psicólogos que estudiaron los psiquedélicos, como Grof o Osmond, relacionaron el anhelo místico o espiritual de los bebedores con este deseo de trascendencia y unión espiritual, que con los vinos y licores sólo se alcanza de manera parcial -al menos comparándolo con una profunda experiencia con las plantas visionarias.
De todas maneras el libro de Phillipe de Felice no es un decidido canto al empleo de las plantas enteogénicas como un medio para solventar el problema de la desaparición del sentido de lo sagrado en la época actual, sino que plantea una actitud un tanto reservada y un poco contradictoria. Por una parte él conocía los peligros físicos y sociales del consumo abusivo del alcohol, y por otra desconocía en primera persona la experiencia con plantas como el peyote, la ayahuasca o los hongos sagrados -cosa que le diferenciaba claramente del etnomicólogo R.G. Wasson, quien probó en su propio ser el rapto visionario de los hongos en su encuentro con María Sabina en Huautla de Jiménez. Y de aquí, en cierta manera, el empleo a lo largo del libro de palabras parcialmente peyorativas, como 'tóxicos' o 'venenos', para referirse a estas plantas. De todas maneras, además de la profunda investigación llevada a cabo y del acierto en el enfoque del libro, al autor cabe reconocerle otro mérito poco común: su gran comprensión a la hora de evaluar la naturaleza mística, espiritual o visionaria de la experiencia con estas plantas psicoactivas. En buena medida para De Felice estas plantas no sólo eran 'embriagantes', sino que para él eran 'embriagantes divinos' -o sea, unas plantas cuya experiencia puede poner en contacto el comulgante con lo divino de la existencia.
Curiosamente la publicación de este libro cayó en el olvido rápidamente, debido quizás a la inminente contienda de la II Guerra Mundial, o a que en el año 1936 no había la ingente cantidad de plantas y sustancias visionarias disponibles para un gran público, como aconteció a partir de los años sesenta durante la publicación de los estudios de los Wasson, de Huxley, de Leary o de muchos otros investigadores.
Para terminar, sólo nos queda felicitar a José Carlos Bouso y Javier Esteban (autor del prólogo de esta edición), por haber rescatado esta joya del olvido y haber propuesto su traducción.
Ya ahora, unos cuantos botones de muestra de este magnífico libro:
«¿Qué buscan los primitivos en los tóxicos que toman? ¿Qué esperan? Hemos podido ver a propósito del kava, y basándonos en las circunstancias que rodean su uso, que debe de estar destinado a abrir a los vivos el acceso al mundo de los espíritus.» (Página 105)
«Los buscadores de peyote tienen, por tanto, plena consciencia de la labor religiosa que ejercen. Por otra parte, bien puede decirse que toda la búsqueda de la planta sagrada se hace en un ambiente en el que el mito no deja de mezclarse con la realidad. Las montañas, las rocas, las fuentes, que los peregrinos contemplan al pasar, son otras tantas divinidades que les precedieron en un pasado lejano, pero que se detuvieron en la ruta, y los sueños que tienen por la noche adquieren a sus ojos un carácter profético.» (Página 159)
«Cualquiera que sea la opinión que se tenga sobre este tipo de fenómenos o la interpretación que se les dé, lo que resulta innegable es que los primitivos amazónicos han sabido aprovechar, en su vida religiosa, estas extrañas propiedades que posee el yajé. El estudio experimental de los alcaloides de los salvajes es capaz de iluminar nuestra propia ciencia, forzándola a descubrir ciertas facultades del alma cuya existencia no se ha querido admitir hasta el presente.» (Página 113)
«En cualquier caso, los efectos del peyote bastan para explicar el papel que ha desempeñado en el ámbito religioso. En presencia de ilusiones deslumbrantes, de las que es testigo estupefacto, el salvaje no ha podido dejar de sentirse transportado a otro mundo en el que se realizaba para él, por contacto inmediato con las fuerzas sobrenaturales, un sagrado estado de evasión y de trascendencia. Este pequeño cactus, considerado primero como recipiente de una energía misteriosa y como agente de una vida superior, se ha convertido en el mediador indispensable entre los hombres y las potencias divinas, sacramento por excelencia que permite comunicarse con la encarnación vegetal del Fuego, el Sol y los demás dioses. De ahí el culto que se le tributa y los mitos que le conciernen. De ahí, también, la concentración en torno a él de la mayor parte de las ceremonias en las que la colectividad entera muestra su fervor.» (Pág. 171-172)
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