Comentario de la Librería
En una entrevista con Antonio Escohotado, Ernst Jünger comentó: «En el libro El trabajador partí de la teoría de que las circunstancias económicas no bastaban, sino que era otra cosa totalmente distinta la que estaba en juego: el impulso de las fuerzas míticas. Unas fuerzas míticas cada vez más evidentes, que empezaban con el retroceso del reino de los dioses y la subida de los titanes. Las ciencias modernas son sólo la avanzada de este impresionante movimiento, del que no sabemos nada, no sabemos dónde acabará.»
Publicado en 1932, cuando Ernst Jünger contaba con 35 años, y prácticamente no modificado desde aquél entonces, este manifiesto fundamental de Jünger, sobre el que insistió y retornó a lo largo de toda su obra, se basa en la figura 'mítica' del trabajador. Jünger no está hablando necesariamente del trabajador manual, o del operario de una fábrica, o de una persona que labora en horario de oficinas. Más bien podríamos decir que en este libro el autor apunta al espíritu de la técnica, que impregna todo el mundo del trabajo con un carácter único y especial, que lo ilumina con una nueva luz y que a la vez lo transforma. El 'máximo' representante de esta figura, comentaría Jünger años más tarde, sería el físico nuclear...
En definitiva, este es un libro que hace la pregunta sobre la técnica: ¿hacia dónde nos conducirá? En principio 'la técnica' parece algo neutral: una herramienta que ofrece 'comodidad' y que permite también un mayor dominio del mundo físico. Pero a su vez es una ideación que crea fascinación: siempre esperamos a que un próximo invento, aparato o utensilio ofrezca un aspecto aun más maravilloso y mágico que los anteriores (ingenios que a su vez han dejado de fascinarnos, y que consideramos anticuados poco tiempo después que vieran la luz). En vez de ser un 'utensilio', la técnica ha pasado a ser casi un 'culto', convirtiéndonos en productores y consumidores en este universo cerrado, sin saber muy bien si nuestra vida mejora o empeora al hacerlo... Y con ello vamos dejando atrás otras cosas: las tradiciones, los cultos, las antiguas maneras de pensar, las usanzas, lo que se esperaba del mundo y la manera de participar en él... Todo cambia y se transforma: el campesino es reemplazado por el tractor, y el sacerdote por el psiquiatra -todos ellos 'fruto' de la 'técnica'-; y con ello los otros estamentos sociales, y el mundo 'natural' tal y cómo lo conocíamos... Y todo esto sucede a un nivel planetario: década tras década nuevas regiones del planeta deciden incorporarse a esta nave veloz que nos propulsa hacia el futuro... y aquellos países que no se suman la técnica son devastados por guerras de rapiña de sus recursos naturales. Esto, por otra parte, diluye el mito del 'progreso', que si bien en el siglo XIX prometió un nuevo mundo de razón y felicidad, en el siglo XX mostró también su cara destructiva: la técnica crea fascinación pero también terror...
Estamos, pues, viajando a bordo de un tren que avanza a gran velocidad, pero no tenemos 'mucho tiempo' para saber a dónde nos conducirá. Para bien o para mal, el mundo antiguo ha caído, y lo que se llama globalización avanza a toda prisa nivelando, desbrozando, aniquilando y arrasando todo lo que encuentra de por por delante. Pero según Jünger, la técnica, además de ofrecer 'comodidad', fascinación, olvido y destrucción, apunta a otro objetivo: al Dominio Mundial, a una transformación planetaria, a un cambio tanto en el ser humano como en la faz de la tierra cuyas 'proporciones' aun son difíciles de entrever... Tal y como lo ve Jünger, este proceso podría tener dos fases: la constructiva-destructiva (o titánica, en la concepción griega de Hesíodo), y otra estable -una vez concluya la erupción volcánica. Todo este proceso, de todos modos, no está exento de peligros: al 'vivir dentro de una máquina' -además de la alienación espiritual que conlleva-, puede ocasionar una catástrofe en el momento más inesperado: sólo con que falle un engranaje todo puede dejar de funcionar.
Se comenta que a principios del XX, una persona anunció: 'La constitución de un Estado Mundial es algo inevitable -lo único que queda por saber es si se hará de una forma voluntaria o a la fuerza'. A lo que podría añadirse: quizás acontecerá porque no quede más remedio (por una catástrofe, por ejemplo). Entonces, acabada la época de los 'reinos combatientes', también podría verse que la equidad es más interesante que la rapiña, que la justicia es más provechosa que el menosprecio, y que la técnica también puede tener un propósito faborable para la vida en su sentido más amplio. Pero como solía decir Jüner años más tarde, y de forma enigmática, las cosas acontecen cuando lo posible y lo necesario se encuentran.
Con todo, este es uno de los libros más polémicos de Jünger. Quizás porque en un principio no se entendió que lo que planteaba el autor es una auténtica revolución planetaria de dimensiones metafísicas -un proceso en el que el ser humano ha entrado de pleno, y que no es posible cancelar hasta que alcance su pleno desarrollo. Pero para compensar esta 'dificultad inicial' entre una visión materialista de la historia y una concepción mítica, podemos decir que con el paso del tiempo lo que expone el autor se ha ido haciendo cada vez más más evidente: la evolución de este proceso -vislumbrado hace 80 años- ha ido desarrollándose 'al pie de la letra', casi como si nos encontráramos ante un libro de profecías.
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