Fragmento del libro
Suprimir los fármacos nocivos
La Food and Drug Administration llega a extremos considerables (aunque ni mucho menos suficientes) para vetar nuevos fármacos antes de que sea aprobada su entrada en el mercado. Sin embargo, una vez invitado a la fiesta, el fármaco tiene casi plena libertad durante el resto de su vida. A menos que un nuevo fármaco provoque unas complicaciones evidentes o cause muertes, es muy probable que vuele por debajo del radar durante décadas. El programa de vigilancia de la FDA posterior a la aprobación carece de fondos y no es capaz de controlar todos los fármacos inútiles o perjudiciales que han logrado entrar en el mercado.
Pensemos, por ejemplo, en el Xanax. Fue introducido en la década de los ochenta como un fármaco maravilloso para sustituir al Valium y al Librium, a los pacientes les encanta y es utilizado frecuentemente por los médicos de cabecera. Sin embargo, lo más milagroso del Xanax ha sido su rentabilidad y su longevidad; mucho más que su utilidad médica. Sus dosis terapéuticas frecuentemente son lo suficientemente elevadas para ser adictivas, y la grave ansiedad que provoca la supresión del tratamiento es lo suficientemente grave para mantener a los pacientes enganchados de por vida. Los intentos de dejarlo pueden provocar síntomas graves de pánico o ansiedad que son peores que los problemas que el paciente padecía en un principio.
El Xanax, además, interactúa habitualmente con otros fármacos y con el alcohol, provocando sobredosis iatrogénicas y la muerte.« Desempeña un papel muy poco importante, si es que desempeña alguno, en la práctica correcta de la medicina. Si hubiese una guerra como es debido contra el mal uso de fárrnacos, el Xanax sería una de las primeras bajas; sin embargo, con las políticas actuales, la FDA no dispone de ningún mecanismo para intervenir en el uso de fármacos que provocan más perjuicios que beneficios. Necesitamos una forma mejor de identificar y suprimir los fármacos nocivos.
Domar a los médicos
La mayoría de los médicos tratan de recetar medicamentos de manera responsable, pero las pocas manzanas podridas pueden hacer mucho daño. Representan para el comercio lícito lo mismo que el camello de la esquina para el ilícito. Es extremadamente fácil identificar a estos médicos ambiciosos mediante controles y auditorías médicas. Son los que visitan a más pacientes en menos tiempo. En el tiempo limitado de que disponen son los que emiten más diagnósticos psiquiátricos, y a menudo esos diagnósticos y medicaciones son los mismos para todos los pacientes. Son los que extienden más recetas de más medicamentos por paciente, con las mayores dosis, y administrando a todo el mundo el mismo cóctel de fármacos. Además, probablemente son los que cobran más por visita, a pesar de que suelen tener problemas para recordar el nombre y el problema de los pacientes. Asisten religiosamente a los eventos patrocinados por la industria farmacéutica e incluso llegan a participar activamente en los mismos, ensalzando el último fármaco milagroso. Su consulta es un imán para los comerciales de las compañías farmacéuticas, los cuales tienen mucha confianza con sus secretarias, a las que llaman por su nombre. Su consulta está repleta de regalos y parafernalia de las compañías farmacéuticas. Probablemente, nuestro ambicioso médico conduce el mejor coche y vive en la mejor casa. De vez en cuando, un paciente muere a causa de una sobredosis de la medicación recetada (puede que con un poco de ayuda por parte del alcohol), pero nunca es expedientado, es un pilar de la comunidad médica y está muy satisfecho de sus habilidades clínicas. (He escrito otro libro, Essentials of Psychiatric Diagnosis, que proporciona consejos para el diagnóstico preciso de cada uno de los trastornos mentales y las precauciones sobre la forma de evitar la inflación diagnóstica.)
Los sistemas informatizados de control farmacológico más primitivos pueden detectar fácilmente a los médicos ambiciosos e identificados claramente como incumplidores de la correcta práctica de la medicina. Las medidas de control más elementales les obligarían a tener que justificar sus decisiones, lo cual les cortaría inmediatamente las alas. Imponer sanciones profesionales a un médico metería a los otros en vereda, y el temor al escarnio público los mantendría apartados de las prácticas incorrectas. Todo esto podría hacerse como parte de una guerra global contra el mal uso de fármacos. Actualmente, no se hace prácticamente nada. La mayoría de los camellos ejercen su negocio impunemente y los pacientes pagan con la incapacidad y a veces con la muerte. Si se llevaran a cabo los controles de calidad apropiados se podría acabar con la polimedicación inadecuada en cuestión de meses.
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