Solaz del Espíritu en el Hachís y el Vino

  Contraportada

    Los árabes heredaron el conocimiento y uso del cáñamo de las culturas del Mundo Antiguo. Antes del albor del Islam esta planta había servido durante más de mil años como medicamento, textil y psicotrópico en Mesopotamia, Persia, Egipto, China, la India y extensas áreas de Europa. En el siglo IX se traduce al árabe la Materia medica de Dioscórides (s. I d.C.) y el Simplicium medicamentorum temperamentis ac facultatibus liber VII, de Galeno (129-199), hecho que supondrá uno de los hitos más importantes en el trasvase de conocimientos médicos y farmacológicos sobre el cáñamo. La traducción de la Agricultura nabatea del arameo al árabe en el siglo X tendrá un significado semejante en el terreno de los conocimientos geopónicos sobre la planta.

  Introducción del libro

    Durante siglos el cáñamo convivió con los pueblos árabo-islámicos en perfecta armonía. Fue para ellos fuente de alivio y curación de enfermedades, alimento que nutría sus cuerpos, y tejido que los vestía. En el plano científico fue objeto del interés de los médicos, botánicos, geóponos y lexicólogos, y nada encontramos en sus escritos que nos permita pensar que esta planta les merecía un juicio moral negativo. No obstante, a la sombra de las convulsas y conflictivas circunstancias históricas del Oriente islámico del siglo XIII, van a producirse algunos acontecimientos que alterarán radicalmente las que hasta ese momento habían sido las relaciones entre el cáñamo y los pueblos árabo-islámicoso Por aquel entonces, los ulemas, alfaquíes, y otros estamento s encargados de velar por la cohesión y ortodoxia de las estructuras sociales, centran su atención en el cáñamo, y desencadenan contra él una cruzada sin precedentes en la historia del Islam. En el plano ideológico esta cruzada irá acompañada de una redefinición teórica de la naturaleza del cáñamo, que pasará de ser considerado como alimento y medicamento a ser definido como «embriagante tóxico y nocivo», y por tanto, ilícito igual que el vino.

    Pronto se alzaron voces disconformes que rechazaron esta concepción peyorativa del cáñamo. El caso más representativo, por su proyección posterior, fue el de al-Hasan b. Muhammad al- 'Ukbarí, miembro de una notable familia de ulemas, y que en la segunda mitad del siglo XIII dirigía una zagüía en El Cairo, a orillas del río Nilo. Pertenecía a los círculos sufíes de su momento, en cuya corriente más heterodoxa es probable que estuviese integrado, a juzgar por su postura favorable al consumo de hachís. En su Libro de las chanzas literarias en alabanza del hachís al-'Ukbarí rebate los planteamientos de su coetáneo el sufí y alfaquí egipcio Qutbal-dín al-Qastalláni, ejemplo paradigmático del sufismo más ortodoxo de su momento, y adalid de la lucha contra el hachís. El escrito de al- 'Ukbari fue respondido fulminantemente por otro del propio al-Qastallání en el que rebatía punto por punto los argumentos del primero, quien, seriamente amedrentado por la elevada posición que ocupaba su adversario, llegó incluso a negar ante él la autoría de su obra. Desde este momento, la voz de los partidarios de la licitud del hachís se refugia en los versos de los poetas, que lo usarán como mero recurso expresivo siguiendo los cánones de la poesía báquica.

    La rivalidad entre al- 'Ukbarí y al-Qastallání ilustra muy claramente la controversia que enfrentaba a partidarios y detractores del hachís, así como la lucha establecida durante el siglo XIII entre la corrientes heterodoxa y ortodoxa del sufismo, lucha que constituye en definitiva el marco histórico de esa controversia.

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    En contraste con esta negativa imagen, todo parece indicar que estos sufíes vieron en el cáñamo un medio para incrementar sus facultades sensoriales y su capacidad de percepción espiritual. Lo consideraban un estímulo para su inspiración religiosa que les servía en la repetición de sus plegarias, en sus invocaciones rítmicas del nombre de Dios, y para soportar largas horas de meditación, oración y ayuno. Sin embargo, lo que distingue principalmente la actitud de los sufíes hacia el hachís es la devoción casi religiosa que le profesaban, el culto y ritual que hacían de su uso. En palabras del poeta lbn Rustum al-Is'irdi (m.1258): «el hachís es el secreto con que el espíritu se eleva hacia los más sublimes lugares, en la ascensión celestial de un espíritu libre de ataduras corporales y mundanas». Otros, según al-Qastallání, veían en el consumo de la droga «un acto de piedad que los aproxima a Dios, y que eleva sus conciencias Íntimas apartando sus meditaciones de aquello que perturba la necesaria veneración a Él, que les revela el secreto de la conciencia separativa y de la conciencia unitiva, que mueve el corazón libre de preocupaciones terrenales a concentrar sus energías en Dios, y que estimula sus temores piadosos». En definitiva, Ibn Gánim nos ofrece el mejor testimonio sobre el más elevado anhelo que mueve a los sufíes a usarlo: «pretende que el hachís es morada de su proximidad a Dios, suma de la presencia divina, manifestación de Su santidad, y dice: es la sagrada esencia de mi ser, aquello que me acerca a mi Dios».