Comentario de la Librería
Este es el impresionante testimonio de una persona que sobrevivió al campo de concentración de Auschvitz. Allí, ante el horror que presenciaron sus ojos, juró dar testimonio de lo ocurrido si lograba sobrevivir a esa experiencia. Liberado de Auschvitz, y en un estado de salud muy crítica, emprendió el relato de lo vivido en un libro que tomó por título Salamandra, y que redactó de carrerilla en 18 días.
Años más tarde, aconsejado por su esposa, decidió someterse a una prueba de fuego: atravesar de nuevo la experiencia personal del horror interior en una serie de sesiones con LSD, en la clínica holandesa del Dr. Bastriaans -uno de los escasos terapeutas del mundo con licencia para emplear psiquedélicos en un marco de terapia.
De-Nur (nombre real del autor), hacía ya treinta años -desde su abandono del campo de concentración- que vivía preso de pesadillas diarias sobre el holocausto, y sufría de insomnio recurrente. El Dr. Bastriaans, al mismo tiempo, había enfocado su trabajo terapéutico al tratamiento del 'estrés post-traumático' (especialmente para personas que habían estado en campos de concentración).
De esta terapia siguieron varias sesiones en las que De-Nur, bajo los efectos de la LSD, se vio confrontado a revivir toda la experiencia personal, su sufrimiento, su lucha por sobrevivir y las situaciones de humillación, hasta lograr atravesar la cortina de de fuego que le separaba de llevar una vida cotidiana libre de pesadillas.
Si en Salamandra, su primer libro, el autor presentó un relato de lo que vio fuera de si ('yo seré vuestros ojos'), en el presente libro lo que nos ofrece es el recuerdo de su experiencia interior en el campo de concentración, así como su trabajo terapéutico en el que se enfrenta sobretodo a la búsqueda de significado de lo ocurrido -quizá una de las claves del trabajo que lleva a la superación de traumas-, haciendo una reinterpretación en clave religiosa y mitológica de sus vivencias y del recuerdo que rescata del inconsciente durante sus sesiones con LSD.
Interesante prólogo de Claudio Naranjo.
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