Utilizamos cookies para el funcionamiento del proceso de compra. Aceptar cookies. Para saber más pulsar aquí... |
Librería Muscaria |
Libros sobre Chamanismo |
| Ver Cesta |
|
|
Podemos considerar que este libro consta de dos partes. En la primera el autor narra su experiencia con la ayahuasca entre los indios jíbaros y los conibos, de la Amazonía. Siendo los dos primeros capítulos del libro el relato de tales desvelaciones, sus implicaciones y la descripción del entorno cultural indígena en el que acontecieron, su interés es más bien psiconáutico e intelectual -sobretodo debido a una de las experiencias, de naturaleza bien sorprendente-. En la segunda mitad del libro -más extensa, y en cierto modo la parte central del mismo-, el autor expone varias técnicas mecánicas, sin el uso de sustancias enteogénicas, para alcanzar estados chamánicos de consciencia y adentrarse así en la práctica de este oficio. En cierta manera esta exposición de técnicas corporales y de visualización valieron al autor una crítica por alejarse del auténtico chamanismo, de crear una especie de escuela naïve o light alejada del chamanismo original. Pero debemos considerar que Harner, al escribir este libro, estaba intentando adaptar esta ocupación propia de sociedades arcaicas al mundo occidental, en el que los enteógenos tienen un estatus legal complejo, y presentarlo además a un amplio público, poco propenso a iniciaciones duras y dramáticas en esta técnica. Cabría mencionar aquí que el debate planteado tiene activistas en las dos direcciones: también varias personas que llevan a cabo seminarios de tipo new-age propugnan que el uso de enteógenos es una vía 'artificial' para la práctica chamánica... Así pues, podemos considerar que este libro ofrece una visión complementaria y no excluyente de ambas opciones. Las técnicas expuestas en la segunda parte del libro son un compendio entre lo aprendido por el mismo autor -antropólogo de profesión- durante sus trabajos de campo entre diversas poblaciones de indios americanos, en Norteamérica y en América central, así como sus lecturas de diversos libros que tratan sobre el tema. Lejos de lo que pudiera suponerse, estas técnicas funcionan y son apreciadas por la mayoría sus practicantes -algunos de ellos conocedores de los enteógenos, y otras que prefieren vías más manejables para entrar en estados chamánicos de consciencia, algo que en occidente puede servir como primer peldaño a una práctica que realmente sobrepasa cualquier expectativa para personas muy poco dadas a estos estados del espíritu. Junto con las técnicas, el libro hace bastante énfasis en el sentido y propósito de la sesión chamánica. Apartada de las rivalidades que a veces enturbian el mundo chamánico preletrado, Harner hace hincapié en la sanación personal a través de recuperar un equilibro en el balance de la energía personal, o en el tema de los animales de poder, espíritus ayudantes de todo chamán y persona que acecha el equilibro interno. |
Índice del Libro |
|
La senda del chamán es una de las obras fundamentales de la investigación moderna sobre el chamanismo y del nuevo «renacimiento» chamánico. Michael Harner nos descubre un sistema de salud psicofísica y de curación que va más allá de la psicología occidental, de la medicina y de la espiritualidad. La senda del chamán ofrece a los lectores una gran variedad de técnicas y ejercicios sencillos adaptados por el propio autor, a partir de su larga experiencia con distintas comunidades indígenas de Norteamérica y Sudamérica. Estos métodos nos ofrecen la oportunidad de vivir el poder chamánico para ayudarnos a nosotros mismos y a los demás, de modo que podamos integrar esta sabiduría milenaria en la vida cotidiana, más allá de nuestras creencias religiosas o filosóficas. |
Dos experiencias singulares entre los jíbaros y los conibos alentaron a seguir la senda del chamán; me gustaría compartidas con usted. Quizá le descubran algo de ese mundo oculto e increíble que tiene ante sí aquel que comienza su peregrinaje chamánico. Llevaba casi un año viviendo en un poblado conibo a orillas de un lago alimentado por un afluente del Ucayali. Mi investigación antropológica sobre la cultura de los conibos iba muy bien, pero cuando intenté recabar información sobre sus prácticas religiosas no tuve mucho éxito. La gente era amistosa, pero se mostraba muy reticente a hablar de lo sobrenatural. Por fin, me dijeron que si de verdad quería aprender, tendría que tomar la bebida sagrada de los chamanes, hecha a base de ayahuasca, la «planta del alma». Dije que sí con una mezcla de curiosidad e inquietud, pues me advirtieron que la experiencia iba a ser espantosa. A la mañana siguiente, mi amigo Tomás, el más venerable anciano del poblado, fue a la selva a cortar las plantas. Antes de marcharse me dijo que ayunara: poco desayuno y nada de almorzar. Volvió a mediodía con hojas y plantas de ayahuasca y cawa como para llenar una olla de cincuenta litros. Le llevó toda la tarde cocerlo, hasta que solo quedó una cuarta parte del líquido negruzco. Lo echó en una botella vieja y lo dejó enfriar hasta el atardecer, cuando, dijo, lo tomaríamos. Los indios abozalaron a los perros de la aldea para que no ladrasen. Me dijeron que los ladridos podían volver loco al que tomara la ayahuasca. Se hizo callar a los niños y el silencio invadió el poblado con la caída del sol. Cuando la oscuridad engulló el breve crepúsculo ecuatoriano, Tomás vertió aproximadamente un tercio de la botella en un cuenco de calabaza y me lo pasó. Todos los indios observaban. Me sentí como Sócrates entre sus compatriotas atenienses aceptando la cicuta; recordé que uno de los nombres que los pueblos de la Amazonia peruana daban a la ayahuasca era «la pequeña muerte». Me tomé la poción sin vacilar; tenía un sabor extraño, un poco amargo. Esperé entonces a que Tomás bebiera, pero dijo que, al final, había decidido no participar. Me tumbaron en el suelo de bambú bajo el gran techo de paja de la choza comunal. En la aldea no se oían más que el chirriar de los grillos y los gritos distantes de un mono aullador, allá en la jungla. Mientras contemplaba la oscuridad que me rodeaba, aparecieron difusas líneas de luz. Se hicieron más nítidas, más intrincadas, y estallaron en brillantes colores. Venía un sonido de muy lejos, como de catarata, cada vez más fuerte hasta llenarme los oídos.
|
Otros libros que pueden interesarle |
|
|
||||||||
|
|
||||||||
|
|
||||||||
|
|
|
|
Copyright © 2016-2024 Librería Muscaria |