Comentario de la Librería
Este libro narra un proceso de adicción al alcohol y la relación de este hábito con una 'búsqueda espiritual' emprendida por el camino equivocado. A lo largo del libro, por extensión, se diserta sobre la relación entre la adicción a un número más amplio de drogas y su relación con la inquietud espiritual (lo que la autora denomina «sed de plenitud»), así como los pasos, actitudes, renuncias, cambios de valores y concepción que lleva el proceso de deshabituación y de retorno a la vida cotidiana -y esta vez sin ayuda de muletas.
Humphry Osmond, el psiquiatra que acuño el término 'psiquedélico' en su relación epistolar con A. Huxley, ya había apuntado en los años 50 del siglo XX que esta búsqueda, anhelo, o sensación de separación que había detrás de las adicciones, podía tener una relación con el camino espiritual. Su descubrimiento fue 'casual', pues ocurrió que en el hospital en el que trabajaba se administró una fuete dosis de mescalina a un grupo de alcohólicos con la intención de 'ofrecerles' un mal viaje, y así asustarlos sobre en riesgo de el posible y temible 'delirium tremens' debido al alcohol. Curiosamente Osmond se encontró con la sorpresa de que un elevado número de pacientes, en lugar de experimentar vivencias terroríficas, experimentaban vivencias espirituales, místicas, o de unión con el universo -tras lo cual, sorpresivamente, dejaron de sentir atracción por la ebriedad con el alcohol.
Algo parecido testimonió Bill Wilson, el fundador de Alcohólicos Anónimos, quien en una noche de desesperación tuvo una experiencia espiritual espontánea que le condujo a dejar la bebida. Posteriormente fundó el grupo Alcohólicos Anónimos con el programa de los 12 pasos, poniendo un especial énfasis en la confianza en uno mismo y la apertura al mundo de la espiritualidad.
Ciertamente las cosas no suelen ser tan fáciles como uno las pueda presentar, o las quiera ver. El camino de 'aprendizaje' en este mundo no es fácil ni sencillo, ni mucho menos 'automático'. Al final incluso podríamos decir que 'cada persona es un mundo', pero en cierta manera estas ideas y experiencias básicas y hasta cierto punto recurrentes pueden servir de base para orientarse y buscar soluciones cuando uno piensa que tiene un problema e intenta encontrar una explicación, así como una salida constructiva a su situación.
En este libro Christina Grof narra su propio camino de habituación al alcohol, así como la paulatina toma de conciencia ante una situación que representaba un problema para ella y no sólo una 'anécdota' más en la vida de una persona. Christina no expone su camino con una terapéutica de uso de los psiquedélicos, o proponiendo entrar un grupo de estudios espirituales, sino con el reconocer pausadamente las propias limitaciones personales, los atajos que se querían tomar y que no conducían a nada, las inseguridades, así como el abrirse paulatinamente a un diálogo con la existencia y el aprender a confiar en el mundo sin pretender tomar una vía que le condujera a un estado permanente de 'beatitud', al mismo tiempo que aprender a aceptar los momentos de dolor o de felicidad cuando estos se presentan (como un regalo de la existencia, o como un alto en el camino para meditar). Christina narra todo este proceso como 'paciente' pero también como terapeuta, pues en parte esta era su labor profesional.
Por lo demás, el libro abarca por igual procesos de adicción al alcohol como a otras drogas, como por ejemplo los opiáceos, así como comportamientos autodestructivos o evasivos como el juego, la adicción al sexo o al trabajo.
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