Comentario de la Librería
Este libro cuenta con una trayectoria peculiar. Escrito 10 años antes de su publicación, su edición se aplazó a la espera de mejores épocas para la psiquedelia, y sobretodo para preservar la privacidad de las personas implicadas, principalmente por el riesgo legal concerniente a su actividad profesional.
Y ciertamente no era para menos. Este libro no es más que un relato llano, una conversación, con uno de los principales terapeutas californianos que han usado los psiquedélicos como herramienta coadyuvante a la práctica de la psicoterapia.
(Aun que no sea vox populi, en diversos países se da esta práctica, entre terapeutas perfectamente normales que llevan una vida más que discreta y anónima, y precisamente por esto, por desear preservar su intimidad, velan por la discreción de este empleo).
Escrito a modo de conversación coloquial, el libro empieza con el recuento del primer contacto del protagonista con los psiquedélicos, a principios de los 60, en una reducidísima escena californiana, y de cómo esto influyó en su vida personal. Narra también en qué casos decidió ofrecer la posibilidad de su uso a sus pacientes, qué perfiles consideró apropiados y en qué casos podía resultar de provecho el empleo de estas herramientas.
Siguen unos capítulos sobre la preparación de una sesión, sobre el momento crucial de 'adentrarse' en el otro lado, y el papel del acompañante. También se discuten diversos materiales (MDMA, hongos, ibogaína, LSD, MDA...), así como sus características y dosificaciones.
Completan la parte central del libro relatos sobre sesiones, así como una presentación de sesiones en grupo.
Es notable observar que este 'pequeño' libro consta nada más y nada menos que de 4 textos a modo de prólogo, introducción y epílogo; sus autores avalan la importancia del relato: Albert Hofmann, Alexander y Ann Shulgin, y Stan Grof.
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