Revista Ulises (2016 / nº18)

  Fragmento del libro

    Interés en la prensa española por los efectos psicoactivos del peyote durante las primeras décadas del siglo XX (Juan Carlos Usó)

    Las primeras noticias que se tuvieron en Europa acerca del peyote llegaron gracias al misionero franciscano Bemardino de Sahagún, autor de varias obras en náhuatl y en castellano, consideradas hoy entre los documentos más valiosos para la reconstrucción de la historia del México antiguo antes de la llegada de los españoles. Entre sus obras, destaca la Historia general de las cosas de la Nueva España, verdadero monumento etnográfico, compuesto de doce libros, escritos entre 1540 y 1585, que apenas tiene precedentes comparables, y que es donde se puede leer la primera descripción de la planta. Sin embargo, la prohibición del uso de peyote por parte del Santo Oficio a principios del siglo xvii determinó que el interés en España por el cactus denominado científicamente Lophophora williamsii y por sus efectos psiquedélicos y enteogénicos quedara relegado durante siglos.

    Primeras muestras de interés:

    A principios del siglo xx la curiosidad por el cactus psicoactivo se puso de manifiesto en algunos medios españoles. Por ejemplo, el 26 de agosto de 1902 el diario matutino madrileño El Imparcial publicó una información en la que se comparaba el cactus con otras «sustancias productoras de paraísos artificiales», como el alcohol, la morfina, el éter y la cocaína, y se ensalzaban sus efectos:

    «Los indios han hecho de ese cacto un dios y los sábados comulgan con los discos del mescal, permaneciendo inmóviles, disfrutando de sus ensueños deliciosos, hasta el día siguiente. Cuando sale de su sueño, el indio vuelve a dedicarse a sus quehaceres sin experimentar el menor entorpecimiento ni la más insignificante alteración en su salud ni en su inteligencia.»

    Por si no fuera suficientemente sugerente la narración del redactor, el diario madrileño reproducía la descripción realizada por el médico, sexólogo y activista británico Halvelock Ellis después de sus autoensayos con dicho agente psicoactivo:

    «Una sombra violeta pálida flota sobre la página en derredor de las palabras en que fijo mi vista. Los objetos que no se hallan en la línea directa de la visión, toman un aspecto singular, como si se hipertrofiaran, se deformasen y pretendieran invadir todo el campo visual con colores violentos ... Luego las visiones se precisan más ... Es un vasto campo de joyas de oro con piedras rojas y verdes ... El aire trae hasta mí un perfume vago que, con las visiones, produce efectos deliciosos ... A cada ínstante cambia el espectáculo. Unas veces son ramilletes de joyas, otras conjunto flotante dé alas de insectos irisadas, de colores infinitamente variados y vivos ... Hay momentos en que las apariciones parece van á tomar el aspecto de cosas conocidas, y de pronto se esfuman y se disipan ... Lo mismo las veo cerrando los ojos que abriéndolos ... Llega un instante en que me hallo en una habitación de paredes nacaradas, cuyos colores se modifican sin cesar y llena de objetos siempre nuevos ... Después surge un campo de joyas brillantísimas, que á veces parecen flores y otras semejan mariposas de colores magníficos ... Mientras escribo estas sensaciones el papel adquiere un color dorado ... Mis manos parecen de bronca con escamas y manchas rojas ... La inteligencia permanece clara, y sólo experimento una ligera sensación de náuseas ... A las diez de la noche me echo en la cama ... Mi cuerpo es bronceado y escamoso ... o tengo gana de dormir ... Los sonidos lejanos llegan a mí con violencia y me hacen estremecer... Las visiones persisten con nuevos efectos ... A un campo de color opulento sigue otro sombrío; luego relámpagos y nubes brillantes que vienen a rodearme; después, formados con colores luminosos, contemplo ventanas moriscas, porcelanas finas, pasteles raros, todo impreciso, vago, cambiante, algo así como arabescos vivos con tendencia incompleta a la simetría ... Muchas veces se repite la misma forma, pero variando su color hasta lo infinito ... La luz del gas está rodeada de ondas luminosas ... El techo blanco se ofrece esmaltado de manchas de todos colores, con la particularidad de estar animadas con vida extraña...»

    Algunos años más tarde, concretamente en el verano de 1908, la revista trimestral Cultura Española incluyó una referencia a la publicación de un trabajo del explorador, naturalista y antropólogo francés Léon Diguet titulado Le peyote et son usage rituel chéz les indiens du Nayarit, para puntualizar a renglón seguido: Se refiere a la hierba peyotl (en castellano peyote), cuyas propiedades embriagadoras o alucinantes utilizan los indios mexicanos desde muy antiguo. En la bibliografía del asunto cita el autor bastantes libros españoles.

    (Juan Carlos Usó)