Utilizamos cookies para el funcionamiento del proceso de compra. Aceptar cookies. Para saber más pulsar aquí... |
Librería Muscaria |
Libros sobre Religiones |
| Ver Cesta |
|
|
El Santo Daime forma parte de un grupo de 'religiones sincréticas' que surgieron a finales del siglo XIX, o bien durante la primera mitad del siglo XX, y que utilizan un enteógeno como sacramento. Las tres más relevantes son el Buiti del Gabón, que emplea la raíz de la iboga como enteógeno; la Iglesia Nativa Americana, que utiliza el peyote; y el Santo Daime, de origen brasileño y que se vale de la ayahuasca para comulgar. La peculiaridad de estos tres cultos religiosos es su sincretismo con el cristianismo (entremezclando tradiciones cristianas, animistas, chamánicas o de cultos locales), a la vez que la utilización de una planta enteogénica para entrar en un 'estado alterado' de conciencia, para tener visiones, profundizar en la introspección, llevar a cabo rituales de sanación o bien contactar con los 'espíritus guía'. Este libro se centra en la tradición del Santo Daime: sus inicios, las leyendas, anécdotas y recuerdos de personas que participaron en él, así como en la figura de su fundador, el mestre Irineu Serra. Está formado por por pequeños y sencillos relatos que Francisco de la Cal, que vivió en Brasil durante 15 años, fue recopilando con paciencia e interés a medida que encontraba o iba buscando personas que forman parte de esta comunidad y, sobre todo, compañeros y familiares del padriño Irineu. Sólo el interés y la humildad del autor podrían logar conjuntar esta recopilación de anécdotas y semblanzas, a veces recorriendo largos caminos para conocer y entrevistar determinadas personas clave, que pudieran aportar información y recuerdos sobre los años iniciales de la formación de este culto religioso -que también llevó a cabo rituales de sanación de notable importancia (más o menos en estrecha conexión con las prácticas chamánicas enteogénicas). Si bien no nos encontramos ante un estudio de tipo etnográfico o académico, la sencillez y la proximidad de estos relatos permitirán acercarnos de una forma más humana y directa a las dificultades iniciales y a los quehaceres de esta comunidad. Este testimonio constituye, sin lugar a dudas, un bello regalo para todas las personas interesadas en el Daime, los enteógenos, la práctica de sanación chamánica o el mundo de las religiones sincréticas y la espiritualidad. |
Índice del Libro |
|
Existe en los ríos de la Amazonia brasileña cierta clase de hombres anónimos detentores de un saber despreciado por el mundo moderno, aquello que en estos pagos llaman La Ciencia, conocimiento que a menudo resulta ser ventajoso sustituto del que aportan doctores y sacerdotes, allí donde es infrecuente encontrar a unos y otros. Trátase de un saber transmitido por la oralidad de sabios a discípulos, código para significativos encuentros de lo que de vernacular hay en el hombre. La herramienta usada por ellos acostumbra a ser la antigua bebida de las selvas llamada ayahuasca. Grial del mundo amazónico, para los antropólogos la ayahuasca es un elemento culturizador de los más antiguos e importantes en América del Sur. En Colombia se llama yahé, en Brasil marirí, vegetal o Santo Daime. Hace al menos 5.000 años constituía importante llave de intercambio entre selvas y regiones andinas y al presente confiere a los pueblos que la utilizan, esparcidos por toda la Amazonia, una suerte de status cultural por encima de los que no la conocen. Ayahuasca es el boleto de viaje para «La Tierra sin Mal», el territorio buscado por los chamanes de las étnias americanas. Los relatos que aquí se presentan son fruto de quince años de vivencias en las regiones amazónicas de Brasil donde se desarrollan, en las cuales las comunidades del Santo Daime perviven desarrollando su existencia en torno al ancestral sacramento de las selvas, interactuando con el mundo moderno en calidad de terapeutas y sanadores. |
Aquella semana lrineo la pasó pensando en la misteriosa mujer. ¿Quién podría ser? No conseguía imaginar. Conociera pocas mujeres desde que saliera de San Luis. Al internarse en las matas su única compañera había sido una profunda soledad que, día a día, se hacía más densa entre aquel infinito poblado de vida, donde transcurría el tiempo sin más calor humano que el de un reducido número de hombres rudos e igualmente solitarios. Clara. Aquel nombre se repetía en su mente mientras ordeñaba los árboles, latía entre ellos como una presencia permanente que nunca se manifestaba. En vano esperaba verla aparecer de pronto entre la espesura, como a Pisango, y en su corazón crecía una esperanza llena de nostalgia, alegría y tristeza, reunidas en un torrente que ya pugnaba por romper sus barreras. El día sábado no fue a cortar. Salió a buscar más material para preparar la Bebida, lo que hizo con especial cuidado. Por la noche volvieron a juntarse los dos amigos, procediendo igual a la vez anterior. Muy pronto Irineo estaba viajando, en un estado en que se hallaba reunido con los seres que se dejaban sentir en la floresta y los astros que brillaban en el cielo límpido, recortado por la ventana de su cuarto e iluminado por una Luna en el auge de su majestad. Irineo la miraba hasta que no fue capaz de apartar más su vista de Ella. Sintióse estirado hacia aquel disco blanco, inmaculado, que cada vez se tornaba mayor. ¿Era él que estaba yendo o la Luna que venía? Ella creció y creció, y en medio de su mundo blanco Irineo comenzó a distinguir algo. Había una Señora sentada en una poltrona, que lo miraba y le sonreía. Era de una belleza fulgurante, una fascinación que por unos instantes le llevó a acordarse de las mujeres que había amado hasta entonces: su madre, sus hermanas, Fernanda... Mas no, no era ninguna de ellas y, sin embargo, reunía todo lo que cada una le dio de bueno, y mucho más que nunca recibiera, pero que estaba en su corazón como un recipiente a ser llenado. Aquella mujer le habló entonces.
Irineo sintió una punzada en su corazón. «iAve María!», respondió. «¡Nunca, jamás!»
Él meditó un poco. Mucha era la gente que venía tomando de aquella Bebida desde los tiempos remotos.
La Visión se fue disolviendo entre brumas plateadas. La Luna volvió a estar donde siempre, y sólo entonces Irineo reparó en otra presencia, la de su amigo Costa. Comprendió que él había testimoniado todo. |
Otros libros que pueden interesarle |
|
|
||||||||
|
|
||||||||
|
|
||||||||
|
|
|
|
Copyright © 2014-2025 Librería Muscaria |