Primer capitulo del libro
Hacía poco que me encargaba del Museo de la Historia de Francia en los Archivos Nacionales cuando me hicieron llegar una carta en la que se me preguntaba: «¿Podría decirme la fecha exacta del tratado que puso fin oficialmente a la Edad Media?». Con una pregunta subsidiaria: «¿En qué ciudad se reunieron los plenipotenciarios que prepararon ese tratado?».
Como no he conservado esta misiva, sólo puedo dar su substancia, pero garantizo su exactitud; su autor solicitaba una respuesta rápida ya que, decía, necesitaba estas dos informaciones para una conferencia que pensaba dar en una fecha bastante próxima.
A veces me he sorprendido a mí misma componiendo mentalmente esta conferencia para mi diversión personal. Sin dificultad, por lo demás: basta poner una detrás de otra las cosas que se leen, se ven y se oyen todos los días sobre la 'Edad media'. Si a un medievalista se le metiera en la cabeza componer una antología de disparates sobre el tema, la vida cotidiana le ofrecería materia más que suficiente. No hay día en que no oiga alguna reflexión del tipo: «Ya no estamos en la Edad Media», o «es una vuelta a la Edad Media», o «es una mentalidad medieval». Y esto en toda clase de circunstancias: para recordar las reivindicaciones de un sindicato, o para deplorar las consecuencias de una huelga, o cuando uno se ve llevado a emitir ideas generales sobre la demografía, el analfabetismo, la educación...
La cosa empieza pronto: recuerdo haber tenido la ocasión de acompañar a un sobrino mío a uno de esos cursos en que se admite a los padres para que éstos después puedan hacer trabajar a sus hijos. El niño debía de tener siete u ocho años. Cuando llegó el momento de la recitación de historia, he aquí, textualmente, lo que oí:
- La maestra: ¿Cómo se llamaba a los campesinos en la Edad Media?
- Coro de la clase: Se les llamaba siervos.
- Maestra: ¿Y qué hacían, qué tenían?
- La clase: Tenían enfermedades.
- Maestra: ¿Qué enfermedades, Jéróme?
- Jéróme (grave): La peste.
- Maestra: ¿Y qué más, Emmanuel?
- Emmanuel (entusiasta): El cólera.
- Sabéis muy bien la lección de historia, concluyó plácidamente la maestra. Pasemos a la geografía...
Como esto sucedió hace ya varios años y el sobrino en cuestión ya ha alcanzado la mayoría de edad según el Código civil, yo creía que las cosas habían cambiado desde entonces. Pero he aquí que hace unos meses (julio de 1975), paseándome con la nieta de una de mis amigas (Amélie, 7 años), ésta me suelta alegremente:
- ¿Sabes?, en la escuela aprendo la Edad Media.
- ¡Ah, muy bien! ¿Y cómo era la Edad Media? Cuenta.
- Entonces había señores (piensa un poco antes de encontrar la palabra difícil)... señores feudales. Se hacían la guerra todo el tiempo y con sus caballos iban por los campos de los campesinos y lo destrozaban todo.
Un helado captó luego la atención de la niña y puso fin a su descripción entusiasta. Ello me hizo comprender que en 1975 se enseña la historia exactamente como me la habían enseñado a mí hace medio siglo o más. Así va el progreso.
Y al mismo tiempo esto me hizo lamentar la carcajada -bastante poco caritativa, lo reconozco- que había soltado unos días antes al recibir una llamada telefónica de una documentalista de la TV (¡especializada, además, en programas históricos!).
- Parece que usted posee diapositivas. ¿Tiene algunas que representen la Edad Media?
- ???
- Sí, que den una idea de la Edad Media en general: matanzas, degollaciones, escenas de violencia, de hambrunas, de epidemias...
No pude evitar soltar una carcajada, y era injusto: era evidente que aquella documentalista no había superado el nivel de Amélie en el punto particular de la historia de la Edad Media. Pero, ¿cómo lo habría superado? ¿Dónde podría haber aprendido más?
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