Utilizamos cookies para el funcionamiento del proceso de compra. Aceptar cookies. Para saber más pulsar aquí... |
Librería Muscaria |
Otros libros sobre La Diosa |
| Ver Cesta |
|
|
Este libro está compuesto por tres o cuatro ingredientes. Por una parte se encuentra el autor, que fue uno de los pioneros en estudiar que en tiempos ancestrales las mujeres gobernaban el mundo un poco más de lo que lo hacen ahora (o, por lo menos, que las sociedades danzaban más de acuerdo con sus intereses). Grupos matriarcales, herencias matrilineales, grupos matrifocales, derechos matrísticos... todo ello un poco al estilo de Bachoffen en el siglo XIX, o de Graves y Gimbutas a mediados del XX. El principal interés interés del autor, de todas maneras, fue descubrir el origen de la familia o, en todo caso, de las relaciones de pareja entre hombres y mujeres. Y para ello llevó a cabo una extensa recopilación de costumbres etnográficas de numerosos pueblos de la tierra, de lo que deduce estructuras, implicaciones, tipologías relacionales, leyes y costumbres que indagan en lo más recóndito de las relaciones de género, alrededor del mundo y desde el origen de los tiempos. Al concluir el libro, de todas maneras, el autor expone su propio punto de vista, como no podía ser de otra manera, y anuncia una inmediata transformación de la sociedad, promovida tanto por los cambios sociales que se avecinaban a principios del siglo XX, como el reclamo de autonomía por parte de las mujeres, así como al modelo caducado de las imposiciones 'patriarcales'. Por otro lado nos encontramos con Cladio Naranjo, autor del prólogo del libro y fundador de la editorial que lo publica. Como indica en la solapa del mismo, el propósito de este ensayo debía ser rescatar del olvido y reactivar el recuerdo de que el reino de lo femenino, en tiempos remotos, era más importante y se encontraba más extendido de lo que hoy en día se quiere imaginar. Y que, evidentemente, este 'gobierno' sensible, amoroso, fértil y solidario podría imprimir renovadas y creativas actitudes en las ya agotadas, cansinas y caducas sociedades patriarcales modernas -que él identifica como un craso error y como la fuente de todos nuestros problemas y conflictos actuales-. Todo ello, de todas maneras, sin buscar un mando absolutista mujeril, sino la prevalencia de los valores femeninos como la colaboración, la maternidad y los vínculos afectivos. Como tercera contribución podríamos identificar la laboriosa tarea que supuso llevar a cabo una versión resumida del ensayo original, pues éste constaba de cuatro volúmenes de recopilación de datos etnográficos (aun asi, esta versión 'abreviada' está compuesta por 600 páginas). El motivo de incluir esta labor como 'tercera componente' en la elaboración del estudio es que, según cuenta la leyenda, la persona que la llevó a cabo también tenía sus propias opiniones sobre el asunto, y en cierta manera las quiso introducir en la versión resumida del libro, entrelazando sus opiniones con las del autor, o bien seleccionando intencionalmente determinados textos a incorporar en esta 'abreviada versión'. Luego se encuentran, claro está, los datos etnográficos (usos y costumbres de lo más variopinto), que pueden haber sido seleccionados e interpretados a conveniencia de cada cual. Una de las cosas curiosas del libro es que no se mencionan los hijos por ninguna parte del mismo (en este sentido, en lugar de Las Madres, el libro también podría haberse titulado Las Mujeres, o bien Las extrañas relaciones entre hombres y mujeres)... Lo que sí es seguro es que esta información resultará de lo más variopinta, sorprendente y entretenida de leer -cuando no difícil de asimilar o incluso interpretar-. No está claro si con tantas manos, propósitos e intenciones entremezcladas podremos tener una idea muy clara de la dirección a la que nos pretende conducir el el ensayo. Pero lo que sí que es seguro es que la cantidad de información etnológica que ofrece, en relación a usos y costumbres de apareamiento de diversas sociedades alrededor el mundo, nos permitirá -si no formarnos una opinión sólida y propia sobre el asunto- sí al menos pasar un alucinante rato contemplando los avatares, los cambios sociales y de costumbres que se han ido operando a lo largo de años, siglos y milenios en las sociedades y en las cohabitaciones humanas. |
Índice del Libro |
|
El libro pionero que puso en cuestión el orden patriarcal y revela el valor del derecho materno, con su apuesta por la paz, la fertilidad, la naturaleza y la vida. Robert Briffault fue un adelantado a su tiempo: el primero en darse cuenta de que el concepto de «matriarcado» esconde una gran complejidad. Aunque hayan existido gobiernos de mujeres, hoy sabemos que en las culturas donde predomina su influencia no hay que buscar un mando de la mujer, sino la prevalencia de valores femeninos como la colaboración, la maternidad y los vínculos afectivos. Mandar –revela Briffault- es un valor masculino, y allí donde domina la mujer no prima esta autoridad individual, sino la autoridad tribal colectiva que propicia la vida y la fertilidad en vez de la guerra, la muerte y otros valores propios del ideal heroico patriarcal. Cazadoras y guerreras, hechiceras y sacerdotisas, matrimonios colectivos, comunismo sexual, la luna como fuente de poder mágico, las serpientes como guardianas de las aguas de la vida, la religión cósmica primitiva, la Diosa y la Madre Tierra, así como el carácter sagrado de la maternidad… La lista de temas tratados en Las madres es tan exhaustiva como sorprendente: después de permanecer inédito en España durante setenta años, recuperamos este libro fundamental para entender los orígenes de la sociedad humana y, por ende, el mundo en que vivimos. Solapa
|
Los semitas Los clanes patriarcales de los hebreos han sido considerados siempre como el verdadero tipo de organización patriarcal; sin embargo, fue a raíz de un estudio de sus costumbres, que Roberrson-Srnith ilustró la transición de las instituciones matriarcales a las patriarcales. Los términos de parentesco semíticos se refieren, como entre la mayor parte de los pueblos, al linaje materno más bien que al paterno, yal clan o tribu a los cuales pertenece un hombre se los llama frecuentemente «su madre». Los genealogistas árabes de la época de la consolidación del Islam, cuando el patriarcado se había establecido con fuerza, se esforzaron en exhibir el linaje semítico como patriarcal, pero se vieron obligados, a menudo, a reconocer que los clanes más antiguos eran metronímicos. Entre los hebreos que habían dejado la península muchos siglos antes que los árabes, había surgido mucho antes la misma situación, y también trataron de interpretar sus genealogías en términos de un linaje masculino. Sin embargo, los propios rabinos judíos, en fecha comparativamente reciente, reconocieron que las «cuatro mariarcas», Sara, Rebeca, Raquel y Lea, habían ocupado una posición más importante que los «tres Patriarcas», Abraham, Isaac y Jacob. Según Robertson-Smith, la tribu que dio su nombre a toda la nación, fue originariamente la tribu de Sara, siendo Israel su hijo. Aun en las épocas patriarcales, las mujeres levantaban ciudades, esto es, fundaban familias. Sherah «edificó Beth-Horon inferior y la superior, y Uzzenherah.» (Crónicas 1, VII, 24). Entre los primitivos hebreos, la práctica corriente era que el hombre «dejara a su padre y su madre y se fuera con su esposa»; esto es, establecía su residencia en el clan de su esposa. Isaac da por supuesto que Jacob, al contraer matrimonio, residirá en el pueblo de su esposa. En efecto, Jacob vive veinte años en el hogar de sus esposas, y, al partir furtivamente, Labán lo persigue y le dice que no tiene derecho a llevárselas, como tampoco a sus propios hijos, y los reclama como pertenecientes al padre de su madre. La esposa de Sansón permanece con su propio pueblo. Los hijos de José con su esposa egipcia tienen que ser adoptados antes de que puedan ser considerados como pertenecientes a su tribu. La institución del matrimonio En algunas comunidades, solamente una pequeña minoría de la gente ingresa en el matrimonio, aun cuando las instituciones matrimoniales son en sí mismas bastante elaboradas. Por ejemplo, entre los isleños ecuatoriales, el matrimonio es un método para transmitir propiedaes, y solamente la clase propietaria se casa. En las Islas de la Sociedad, el matrimonio parece haber sido confinado a la más alta clase de jefes; mientras que en las Islas Pageh, contraen a veces matrimonio los hombres maduros que desean tener un hogar en su ancianidad. Aun aquellos que creen seriamente que el marido y la esposa constituyen la unidad social primaria, reconocen que el matrimonio es una institución social y no una necesidad instintiva. La mayor parte de los pueblos en todas las etapas de la cultura, han compartido esta idea. Los juristas romanos fueron completamente claros al respecto. Establecieron una distinción básica entre los hechos naturales y los sociales o jurídicos. La ley natural, decían, es lo que la naturaleza ha enseñado a todos los animales; no es una ley peculiar a la raza humana. Consideraban que la relación maternal era un hecho natural, pero la relación paternal pertenecía a la esfera de las instituciones jurídicas. Además, en inglés, matrimony es el nombre de un hecho natural, porque deriva de la relación de la maternidad; marriage, sin embargo, es el nombre de una institución civil. En muchas tradiciones, el matrimonio es, se dice, una institución relativamente reciente. Los griegos creían que el matrimonio había sido instituido por Kekrops, y que previamente imperaba la costumbre de la cohabitación promiscua. Los chinos pensaban lo mismo, reemplazando a Kekrops por Fu-Hi, mientras que los peruanos atribuían el establecimiento del matrimonio a Manco-Cápac. Aun pueblos tan ajenos culturalmente como los lapones, los wogul y los salvajes australianos, atribuyen la invención del matrimonio a algún legislador tradicional. Pruebas de resistencia en la iniciación y ceremonias matrimoniales En casi todas las comunidades primitivas, antes de que un joven pueda contemplar el matrimonio, debe tomar parte en ciertas ceremonias, generalmente conocidas como «ritos de iniciación» o ceremonias de la «pubertad». Estos ritos varían en diferentes partes del mundo, y generalmente contienen elementos mágicos o cuasi-religiosos. Pero concuerdan sustancialmente en un aspecto: los candidatos son sometidos a pruebas en las que son apreciados su valor y su fuerza de resistencia, y que proporcionan oportunidad de juzgar sus capacidades como cazadores y guerreros. Tales pruebas son, comúnmente, de la mayor severidad. Así, entre las tribus de pueblo, los candidatos son repetidamente flagelados con manojos de yuca, o «bayoneta española». Entre las tribus de la Columbia Británica, los candidatos a guerreros corren largas distancias sobre terreno áspero hasta que sangran sus pies; cavan grandes hoyos para probar la fuerza de sus brazos;« se cortan unos a otros los pechos, brazos y piernas con cuchillos, y dejan que se les abra la punta de sus dedos. Se colocaban espinas secas de abeto sobre sus manos, brazos, piernas y pecho, luego se les prendía fuego y se dejaban quemar hasta convertirse en cenizas. Cualquiera que no pudiese soportar el dolor era puesto en ridículo. |
Otros libros que pueden interesarle |
|
|
||||||||
|
|
||||||||
|
|
||||||||
|
|
|
|
Copyright © 2016-2024 Librería Muscaria |