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Nos encontramos ante un 'clásico moderno' del Libro tibetano de la vida y de la muerte. Es un libro moderno porqué es un texto que ha sido escrito por entero a finales del siglo XX, y clásico porque en pocos años se ha convertido en un libro de referencia indiscutido y que no cesa de reeditarse. Pero felizmente este texto también entronca con la antigua sabiduría tibetana y budista acerca del tránsito y de la gran transformación: su autor es tibetano (en el exilio, para variar), y el título del libro nos transporta directamente al inmortal texto tibetano del Bardo Thodol, o Libro del Estado Intermedio. Y como que para este libro todo son elogios, decir que también el título del mismo es un acierto: El libro tibetano de la Vida y de la muerte. Así es: el ánimo de esta sólida exposición se mantiene fiel al propósito original de los textos tibetanos, que no se centraban exclusivamente en el momento del 'tránsito' o muerte física, sino que su énfasis está puesto en el momento de la 'gran transformación', o sea, en los estados mentales en los que se muere a lo viejo para renacer a lo nuevo -y por tanto, a las experiencias que pueden acontecer en cualquier momento de la vida, siempre que abandonamos una piel vieja, como las serpientes, para abrirnos a una nueva etapa de la vida y de la existencia. Así, este texto es aplicable tanto a las pequeñas pérdidas que acontecen en el mundo cotidiano como a los rituales iniciáticos de culturas chamánicas, a las secuencias de muerte y renacimiento descritas en los libros de Stan Grof, o al mismo momento que precede y sucede a la muerte física. Ya en su momento Leary, Alpert y Metzner se dieron cuenta del valor de los antiguos textos tibetanos para profundizar en la comprensión de ciertas experiencias de apertura espiritual acaecidas en las sesiones enteodélicas -y adaptaron el texto tibetano a un lenguaje moderno en su libro La experiencia psiquedélica: un manual basado en el libro tibetano de los muertos. Quizás la gran aceptación que ha tenido este libro entre el público occidental es que su autor ha planteado un texto que resulta muy próximo al lector: partiendo de su propia experiencia biográfica, tanto de sus años pasados con sus maestros en el Tibet como en sus andares por occidente, durante los que ha contemplado la bancarrota espiritual del mundo materialista, y prescindiendo de las oraciones que se encuentran en la versión original del libro tibetano, que dificultan la lectura del mismo para el público occidental, Sogyal Rimpoché va desarrollando el tema de la transformación, de la muerte y del desapego de una forma muy gradual y con una gran inteligencia (a pesar de que a veces el texto parece inocente y liviano). Sin duda, la gran virtud de este texto es la capacidad que tiene para enseñarnos de una forma sutil pero muy efectiva a ganar una actitud de desapego y apertura ante los cambios, transformaciones y nuevos retos que nos presenta la existencia. |
Índice del Libro |
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En este exhaustivo trabajo, el maestro de meditación budista y conferenciante internacional Sogyal Rimpoché combina la milenaria sabiduría de Tíbet con la moderna investigación sobre la muerte, los moribundos y la naturaleza del universo. El libro tibetano de la vida y de la muerte expone con claridad y un rigor sin precedentes la majestuosa visión que nos ofrece el Libro tibetano de los muertos. Sogyal Rimpoché presenta unas prácticas sencillas y a la vez poderosas de la tradición tibetana, asequibles a cualquier persona sea cual sea su religión o tradición cultural, para que pueda transformar su vida, prepararse para la muerte y ayudar a los moribundos. Rimpoché nos muestra la esperanza que existe en la muerte, y cómo podemos ir más allá de la negación y el miedo para descubrir aquello que hay en nosotros que sobrevive a la muerte y es inmutable. Asimismo, presenta una introducción lúcida y completa a la práctica de la meditación, al karma y a la reencarnación, y a los desafíos y recompensas del camino espiritual. Aconseja cómo cuidar a los moribundos con amor y compasión, y cómo ofrecerles ayuda espiritual. Rimpoché presenta su propia visión de las experiencias de casi muerte desde el punto de vista tibetano. Explica en detalle los «bardos», estados de conciencia posteriores a la muerte que han fascinado e inquietado a artistas, psicólogos, científicos, médicos y filósofos occidentales desde la publicación del Libro de los muertos en 1927. El libro tibetano de la vida y de la muerte no es sólo una obra maestra espiritual, sino también un manual, una guía, un libro de consulta y una fuente de inspiración sagrada. Ha sido escrito para instar a los lectores a iniciarse en el camino hacia la iluminación, y de este modo convertirse en servidores de la paz, que trabajan en el mundo con entusiasmo, sabiduría y compasión, y participan así en la salvaguarda del futuro de la humanidad.
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Tenía unos siete años cuando me enfrenté por primera vez a la experiencia de la muerte. Nos disponíamos a dejar las montañas del Este para viajar al Tíbet central. Samten, uno de los ayudantes personales de mi maestro, era un monje maravilloso que había sido muy bueno conmigo durante mi infancia. Su cara era alegre, redonda y mofletuda, siempre a punto de esbozar una sonrisa. Debido a su carácter bondadoso, era el preferido de todos en el monasterio. Mi maestro daba enseñanzas, iniciaciones, y dirigía prácticas espirituales y rituales cada día. Al terminar la jornada, yo solía reunir a mis amigos para darles una pequeña representación teatral sobre los acontecimientos de la mañana. Y era Samten quien me prestaba siempre las vestiduras que mi maestro había utilizado durante la jornada. Jamás me negaba nada. Pero un día Samten cayó enfermo repentinamente, y pronto quedó claro que no iba a sobrevivir. Tuvimos que aplazar nuestra partida. Nunca olvidaré las dos semanas que siguieron. El rancio olor de la muerte lo cubría todo como una nube, y cada vez que pienso en aquellos días vuelvo a sentir ese olor. El monasterio estaba totalmente impregnado de una intensa conciencia de la muerte. Sin embargo, no había en ello nada morboso o espantoso; en presencia de mi maestro, la muerte de Samten cobraba un sentido especial. Se convirtió en una enseñanza para todos nosotros. Sarnten guardaba cama junto a una ventana, en el pequeño templo que había en la residencia de mi maestro. Yo sabía que estaba muriéndose. De vez en cuando iba a vedo y me sentaba un raro junto a él. Por entonces Samten ya no podía hablar y me impresionaban los cambios que veía en su rostro, ya macilento y demacrado. Comprendí que iba a dejamos y que no volveríamos a nunca más. Me sentía profundamente triste y solo. La muerte de Samten no fue fácil. El sonido de su dificultosa respiración nos perseguía por todas partes, así como el olor proveniente del deterioro de su cuerpo. El monasterio se hallaba sumido en un silencio abrumador, roto únicamente por sus estertores. Todo estaba centrado en Samten. Sin embargo, a pesar del gran sufrimiento de su prolongada agonía, todos nos dábamos cuenta de que en lo más hondo había en él paz y confianza interior. Al principio no podía explicarme de dónde provenían, pero pronto comprendí que era de su fe y de su preparación espiritual, así como de la presencia de nuestro maestro. Y a pesar de mi tristeza, supe entonces que mientras nuestro maestro estuviera allí todo saldría bien, pues él guiaría a Samten hacia la liberación. Más tarde llegué a saber que todo practicante sueña con morir ante su maestro y con tener la buena fortuna de ser guiado por él en el trance de la muerte. Mientras Jamyang Khyentse guiaba serenamente a Samten en su muerte, le iba explicando una por una todas las fases del proceso por el que estaba pasando. Me asombraban la precisión de sus conocimientos, su confianza, la serenidad y la paz que emanaban de él. Su presencia firme y serena hubiera tranquilizado a la persona más angustiada. De aquel modo, Jamyang Khyentse nos transmitía que no tenía miedo alguno de la muerte. No es que él se la tomara a la ligera: nos decía a menudo que la temía y nos ponía en guardia para que no la consideráramos con ingenuidad o suficiencia. ¿Qué era, pues, lo que le permitía afrontar la muerte de una manera tan solemne y al mismo tiempo tan desenfadada, tan práctica y tan misteriosamente despreocupada? Esta pregunta me fascinaba y me perseguía. La muerte de Samten fue una conmoción para mí. A los siete años de edad, vislumbré por primera vez el enorme poder de la tradición en la que se me estaba instruyendo y empecé a comprender la finalidad de las prácticas espirituales. Era la práctica la que había conferido a Samten la aceptación de la muerte, así como una clara comprensión de que el sufrimiento y el dolor pueden formar parte de un profundo proceso natural de purificación. La práctica había proporcionado a mi maestro un conocimiento completo de lo que era la muerte, y un conocimiento técnico preciso para guiar a las personas en ese trance. |
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