Poeta, novelista y ensayista (mente privilegiada para encontrar enteógenos bajo las piedras de antiguos cultos religiosos)
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Biografía |
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Libros del Autor |
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Robert Graves, poeta de origen irlandés y erudito historiador afincado en la tranquilidad de Mallorca (la Isla de la Calma), es uno de los personajes más relevantes y quizás menos conocidos del mundo de la enteogenia. Su entrada en este ámbito aconteció de la mano de Velentina P. Wasson, quien en 1949 le envió una carta sondeándole sobre su opinión acerca de la muerte del emperador romano Claudio sobre el que Graves había escrito una monumental novela histórica, Yo Claudio-. Al atribuirse la muerte de Claudio al envenenamiento por Amanita phalloides, una seta mortal, los Wasson se interesaron por la información que pudiera aportar Graves a sus investigaciones acerca del mundo de los hongos. De esta primera epístola nació una correspondencia que alcanzó las 300 cartas, que se mantuvo por un espacio de 20 años. Y navegando por estas epístolas, por los artículos que Graves escribió sobre los visionarios y los libros que los Wasson editaron sobre el tema, aflora un intercambio de ideas que puede considerarse entre lo más fructífero del siglo.
Mientras que los Wasson pueden considerarse campeones en lo referente a devoción al trabajo, perseverancia y claridad mental, Graves juega aquí un papel de hombre intuitivo, capaz de relacionar y sacar a un primer plano mil detalles de su prodigiosa erudición en historia, mitología y poética. Ya en un primer momento Graves estuvo de acuerdo en que la micofobia podría tener un origen religioso, exponiendo a los Wasson que la actitud micofóbica que habían descubierto en la cultura occidental no era otra cosa que un tabú: una ley de prohibición que tomaba todas las características de una censura sobre un alimento de significación religiosa.
En un segundo paso, y quizás entre los de más trascendencia entre los que ofreció esta creativa relación, Graves hizo llegar a los Wasson un recorte de prensa en el que se mencionaba un artículo de R.E. Schultes sobre una velada con hongos sagrados, acontecimiento que presenció en la Sierra Mazateca en México en el año 1938, pero en el que no ingirió el sacramento. Esto llevó a los Wasson a dirigir su atención de Eurasia al Nuevo Continente, que había quedado excluido de sus investigaciones en un primer momento. Tras estudiar los papeles de Schultes y los relatos de los frailes españoles (principalmente Sahagún), y tras varios viajes a México, los Wasson fueron admitidos a participar en una velada con teonanácatl, oficiada por la memorable sabia María Sabina, en la noche del 29 de junio de 1955. Así, tras casi 30 años de estudios, se vio recompensada su tenacidad con una experiencia enteogénica de una intensidad y transcendencia que tuvieron consecuencias históricas. De hecho los Wasson no sólo eran estudiosos, sino que poseían la habilidad de comprender el alcance religioso, histórico y espiritual del efecto de estas sustancias sobre la mente y las sociedades humanas.
En el posterior y frenético intercambio de cartas entre los Wasson y Graves se sembró el germen de posteriores investigaciones que R.G. Wasson desarrollaría en varios libros que editó él mismo (Valentina murió aquejada de cáncer en 1959). Así, las primeras ideas sobre la naturaleza enteogénica y botánica del kykeon eleusino partieron de Graves, como también la identificación del soma védico con la ambrosía griega a la que había atribuido una naturaleza fúngica.
Graves, en cierto modo satisfecho por todo lo aportado pos su creativa intuición, se retiró a principios de los 70 de esta labor enteogénica, dejando sembrado el terreno con mil y una ideas (algunas de ellas aun por germinar).
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