Primer capitulo del libro
Tengo que reconocer que la práctica de lombricompostaje y la elaboración de humus de lombriz -o lombricompost- es algo relativamente reciente en mi vida, pues si bien desde mis inicios en la agricultura ecológica he sido plenamente consciente de las maravillosas propiedades del lombricompost -al tratarse de una enmienda orgánica completa, altamente nutritiva, de rápida asimilación y generadora de fertilidad de la tierra-, en la práctica siempre me resultó más fácil adquirir el lombricompost a productores locales o a empresas que se dedican a su elaboración de forma industrial reciclando estiércol de oveja, sin haberme planteado la opción de elaborar mi propio lombricompost reciclando los residuos de la cocina y las hierbas y restos de plantas del huerto.
Lo cierto es que, en ocasiones, pasamos al lado ce temas o cosas relevantes sin percatamos de su verdadero valor, hasta que una determinada circunstancia abre los ojos y miras con mayor atención descubriendo que aquello que tenías tan cerca e ignorabas, no solo es algo relevante en tu vida, sino que incluso puede que -como en mi caso- se vuelva un tema apasionante y sumamente enriquecedor.
Cuando a principios de los 80 empecé con el cultivo ecológico a nivel comercial. tuve la curiosidad -y la necesidad- de visitar algunas de las pocas experiencias de agricultura ecológica que algunos «utópicos visionarios», como Serafín Sanjuán, se habían atrevido a experimentar, y ya entonces pude conocer de primera mano interesantes experiencias relacionadas con las lombrices de tierra.
La primera y más impactante fue la de un agricultor de Gerona, cuando a la vista del «rotavator» enganchado en su tractor le recriminé que esa era una mala herramienta para la práctica de la agricultura ecológica, porque desestructura la tierra y daña a las beneficiosas lombrices de tierra. Primero quedé convencido ante sus argumentos de que en tierras cálidas, calcáreas y algo pedregosas -con una buena aireación-las fresadoras son una buena herramienta para triturar y mezclar en las capas superficiales de la tierra los restos de cosechas y los abonos verdes. «Sí, pero, ¿y las lombrices?» Le repliqué.
En vez darme explicaciones me invitó a subir al tractor con una intrigante promesa de: «Voy a enseñarte algo interesante». Más que interesante, la experiencia resultó sorprendente…
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