Comentario de la Librería
Rupert Sheldrake ha sido a lo largo de su carrera como biólogo un investigador de prestigio pero, a su vez, una especie de 'enfent terrible' que no ha dejado de sorprender a propios y extraños con propuestas novedosas, revolucionarias y desconcertantes acerca de una visión del mundo que, actualmente, la ciencia no acaba de aceptar -o de poder digerir-.
Esta amalgama de 'académico brillante' y 'trasgresor de las fronteras de la ciencia' le ha granjeado una ambivalente fama: por un lado es miembro de numerosas academias científicas y ha sido aclamado en diversos ámbitos relacionados con el estudio de la conciencia -por personajes tan destacados como Stan Grof-; pero, por otro lado, sus imaginativas propuestas para superar las limitaciones conceptuales de la ciencia han dejado sin aliento y un poco desconcertado a más de un respetable científico.
En este libro Sheldrake se lanza a un análisis amplio y ameno sobre las limitaciones que la ciencia se ha impuesto a sí misma al asumir, cómo única opción, una visión del mundo que básicamente concibe la naturaleza y la realidad como algo material y mecánico. Esta concepción del universo empezó a formarse en el Renacimiento, tuvo su momento de mayor creatividad durante la ilustración y su punto de completitud o aparente éxito en la segunda mitad del siglo XIX.
Los 'descubrimientos' de la física durante el siglo XX (como por ejemplo los estudios sobre mecánica cuántica), así como las paradojas surgidas en el campo de la biología, han hecho plantear a Sheldrake, así como a muchos otros autores, la posibilidad de que la escueta concepción materialista y mecanicista que aun transpiran los estudios científicos no sea solamente equivocada, sino que, además, acaba por operar como un delimitador a las preguntas, investigaciones y posibles resultados que pueden plantear diferentes campos del saber.
Basándose en esta intuición, el autor analiza en los diferentes capítulos del libro diez conceptos básicos que él considera como fronteras que la ciencia se ha autoimpuesto y que, a lo largo del siglo XX, han ido resquebrajándose sin que, a su vez, la visión del mundo que la ciencia se propuso validar en el siglo XIX haya sido abandonada.
Estos dogmas, a grandes rasgos, son: 1) El mundo es esencialmente mecánico; 2) La materia es inconsciente; 3) La cantidad de materia y energía es siempre la misma; 4) Las leyes de la naturaleza son fijas; 5) La naturaleza caree de propósito; 6) Toda herencia biológica es material; 7) La mente es puramente la actividad cerebral; 8) La memoria se circunscribe a la mente; 9) Los fenómenos no explicados son ilusorios; 10) La medicina mecanicista es la única realmente funcional.
A lo largo de los capítulos del libro el autor expone, analiza y refuta el valor absoluto de estos axiomas, y plantea nuevos horizontes a unos prejuicios que él considera que limitan la ciencia -además de representar, posiblemente, una visión reduccionista del mundo. Sheldrake considera que si la ciencia fuera un poco más humilde y finalmente reconociera la posible invalidez de sus limitantes postulados, sus propias investigaciones podrían ser más creativas, fructíferas y provechosas.
Este libro también puede ser leído como una historia de la cambiante idea sobre del cosmos y la naturaleza de la realidad que el ser humano se ha ido formando a lo largo de los últimos siglos en Occidente. Para quienes estén interesados en estos temas, este es un libro realmente fascinante.
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