Contraportada
Pocos autores dejan tras de sí una estela de admiración en otros escritores. Lewis Carroll, John Ruskin, Mark Twain, J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis profesaron a George MacDonald su más alta consideración. Amigo de Dikens, Tennyson, Wilkie Collins, Thackeray y Walt Withman, quizá su relación más prolongada y fructífera fue la que mantuvo con Lewis Carroll, quien, gracias a su consejo y a la entusiasta lectura de sus hijos, se decidió a publicar Alicia en el país de las maravillas.
Poeta vidente, como entiende la tradición escocesa y céltica, creía en un mundo más allá de lo percibido por los sentidos, en donde todos los seres de la naturaleza -animales, flores y árboles...- tiene alma. Sus lectores son todas aquellas personas que aún no han perdido la inocencia: «No escribo para los niños, sino para todos aquellos que son como niños, ya tengan cinco, cincuenta o setenta y cinco años».
Este libro, que empieza con un espléndido ensato sobre «La imaginación fantástica», recoge sus mejores cuentos de hadas.
«Una verdadera obra de arte ha de significar muchas cosas. Cuanto más verdadera sea, más significados contendrá.» (George MacDonald)
«Nunca he ocultado el hecho de contemplar [a George MacDonald] como mi maestro... la cualidad que me encanta de sus obras imaginativas resultó ser la cualidad del universo real, la divina, mágica, terrorífica y extática realidad en la que vivimos todos.» (C.S. Lewis)
«Uno de los escritores más relevantes del siglo XIX.» (W.H. Auden)
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