Introducción del libro
El planteamiento transpersonal es una confluencia de difícil definición, pues es inmensamente complejo. Muchas disciplinas, entre las que la psicología juega un papel relevante, acaban encontrando una desembocadura «espiritual», dando a su manera un sentido al sin sentido del materialismo racionaldeterminista que ha anegado la consciencia del «hombre informático», apenas reducido a un protocolo cognitivo y consumista con derecho a voto.
En psicología, la confluencia viene de gente que ha atravesado el psicoanálisis, la psicoterapia humanista, el movimiento reichiano, etc. Algunos de ellos son viejos y curtidos terapeutas que acaban arribando a la puerta de lo numinoso.
Las diferentes disciplinas psicológicas, producto de la riqueza de la mente humana, han diseñado numerosas rutas hacia la psicoterapia, verdadera estrella social de estos tiempos nuestros de crisis y de oportunidades. Es cierto que hay disciplinas procedentes de la psicología y de fuera de ella que han inventariado al ser humano y a la realidad como un modelo cerrado y mecánico; y que generalmente han influido en una visión depresiva y entrópica, organizando de esa manera nuestra experiencia, subestimando el inmedible potencial humano y vital, y llegando incluso -en algunos casos- hasta negar la consciencia.
En los modelos deterministas: ya sea considerando al ser humano como una caja negra sometida al entorno, o como producto exclusivo de las condiciones parentales y de las fuerzas reprimidas intrapsíquicas; en los modelos no deterrninistas: modelos libres que contemplan al ser humano como seres de consciencia -e independientemente de que los modelos son siempre una representación-, la clave crítica en todos ellos pudiera ser que la verdad podría estar repartida y que sería construida cada día por parte de todos. Es decir, la clave, a nivel pragmático, estaría en dejar el fundamentalismo de creerse portador exclusivo de la verdad psicológica adjudicada al propio modelo, un planteamiento más bien rayano en lo neurótico, y echar respetuosamente una ojeada de posible complementariedad sobre el entorno. Esto evitaría que lo transpersonal fuere concebido como una regresión a estadios patológicos, sugestivos o prerracionales. Siempre que respetemos lo transpersonal colocándolo fuera, claro está, de los oportunismos de las modas, arribismos, falta de rigor, etc. Cierto es que algo joven y dinámico se está moviendo en las últimas décadas en todas estas inquietudes por la salud natural, la meditación, lo espiritual como sentido de la vida, etc., pero al mismo tiempo la confusión se simboliza en todo ese florecimiento de cursos, cuyas propagandas, se amontonan unas sobre otras y se desparraman por el suelo en los establecimientos especializados.
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