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El autor de este libro, durante su infancia, contempló la recuperación 'milagrosa' de su abuela, quien había sido desahuciada por la medicina convencional al padecer una enfermedad coronaria 'incurable'. De todas maneras, la dieta alimentaria y el estilo de vida recomendados por ingeniero que había logrado sanarse de una enfermedad degenerativa, curaron y devolvieron la vitalidad a esta anciana. De vivir postrada en una silla de ruedas y con intensos dolores al hacer el más mínimo esfuerzo, con un pronóstico de vida de unas pocas semanas, logró recuperar la salud y la movilidad, pudiendo andar hasta 16 km al día y prolongando su vida 31 años más (hasta los 96). Este hecho 'milagroso' condujo a nuestro protagonista a estudiar medicina al enfocar sus estudios universitarios una vez terminada la adolescencia. Fue allí donde conoció los escritos de Dean Ornish, un médico nutricionista que le permitió comprender los beneficios de la dieta que devolvió la salud a su anciana abuela. Y fue allí también donde entendió el motivo por el cuál la medicina convencional no lograba tratar con éxito un buen número de dolencias crónicas: el énfasis en remediar los síntomas a base medicamentos, así como una falta de dedicación a la hora de prevenir la aparición de las dolencias. Tras especializarse en numerosos aspectos relacionados con la alimentación, nuestro autor emprendió el ejercicio de la medicina; pero esto no fue suficiente para él, pues decidió organizar un ciclo de conferencias por todo el país difundiendo lo que él sentía como un vacío en la formación de muchos médicos. Más tarde, al contactar con un mecenas canadiense le posibilitó ampliar la difusión de su labor mediante la creación de una web, en la que puso a disposición de un público amplio centenares de videos sobre numerosos aspectos relacionados con la alimentación y la salud. Y para ampliar aun más el ámbito de difusión de estos conocimientos, decidió redactar este libro, en el que facilita información sobre numerosas enfermedades crónicas que pueden encontrar prevención, mejoría e incluso remedio a través de una correcta alimentación combinada con un ejercicio físico moderado. Es posible que este texto, de más de 600 páginas, adolezca de un exceso de entusiasmo, pero a la vez transmite la ilusión por compartir descubrimientos y estudios científicos que pueden resultar de gran interés, tanto para personas que padezcan diversos tipos de enfermedades como para aquellas que deseen prevenirlas, sobre todo en relación a diversas dolencias de tipo crónico: enfermedades cardiovasculares, pulmonares o renales, la depresión, diversos tipos de cáncer (mama, próstata, sangre, aparato digestivo), hipertensión, parkinson, diabetes (o incluso las calamidades iatrogénicas -causadas por el mismo sistema sanitario, como la prescripción incorrecta de medicamentos)... El libro se divide en 2 partes. En la primera se presentan las principales dolencias crónicas que afectan al mundo moderno occidental, así como los alimentos que ayudan a prevenirlas y sanarlas (y también los que las agravan). En una segunda sección se exponen las principales virtudes de los 12 alimentos con más propiedades preventivas y sanadoras. Muchas verduras, frutas y especies, así como pocos alimentos de origen animal y evitar tajantemente alimentos procesados industrialmente, son algunas de sus muchas recetas para mejorar nuestra salud (además de un poco de ejercicio). El libro incluye un completo y práctico índice de términos, que permite localizar con facilidad toda la información relacionada con las enfermedades y los alimentos. Con todo, el entusiasmo del autor, así como una redacción muy amena (salpicada de anécdotas profesionales así como numerosas referencias a estudios académicos), convierten este libro en una lectura que siempre nos sorprende y hace que deseemos seguir leyendo unas cuantas páginas más. |
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Índice del Libro | ![]() |
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La gran mayoría de muertes prematuras podrían prevenirse con tan solo llevar a cabo sencillos cambios en la dieta y en el estilo de vida. En Comer para no morir, el doctor Michael Greger, experto en nutrición y médico de fama mundial, analiza las quince primeras causas de muerte (enfermedades cardiovasculares, distintos tipos de cáncer, diabetes, enfermedad de Parkinson o hipertensión arterial, entre otras) y explica cómo algunos cambios en la alimentación y el estilo de vida pueden ser más eficaces que las pastillas u otros tratamientos farmacológicos y quirúrgicos, y de este modo vivir una vida más saludable. ¿En su familia hay historia de cáncer de próstata? Olvídese de la leche de vaca e incorpore semillas de lino a su dieta siempre que tenga ocasión. ¿Es hipertenso? La infusión de hibisco puede funcionar mejor que los fármacos antihipertensivos y le ahorra los efectos secundarios. ¿Sufre una enfermedad hepática? El café puede reducir la inflamación del hígado. ¿Tiene cáncer de mama? El consumo de soja se asocia a un mayor índice de supervivencia. Si le preocupan las enfermedades cardiovasculares, cambie a una dieta basada en alimentos integrales y en plantas. Comer para no morir blinda una serie de consejos tan senci llos como estos, fáciles de aplicar y sustentados por la ciencia nutricional más innovadora, que le permitirán descubrir qué alimentos debe consumir y qué cambios debe aplicar a su estilo de vida si quiere vivir más tiempo. |
TÉ El té negro, el verde y el blanco se elaboran con las hojas del mismo arbusto perenne. Por otro lado, cuando hablamos de infusiones solemos referimos a verter agua hirviendo sobre cualquier otra planta distinta al té. ¿Qué tiene de especial el arbusto del té? Al parecer, los fitonutrientes exclusivos de la planta del té son tan potentes que pueden hacer retroceder a enfermedades incluso aplicados de forma tópica (sobre la piel). Por ejemplo, la aplicación tópica de té verde en forma de ungüento sobre verrugas genitales dio como resultado una asombrosa desaparición del 100 por cien de las verrugas en más de la mitad de los pacientes sobre los que se probó. Por lo tanto, no es sorprendente que este extraordinario tratamiento se haya incluido en las directrices de tratamiento de enfermedades de transmisión sexual que publican los Centros para el Control de Enfermedades de Estados Unidos. E Incluso hay un sorprendente informe de caso de una mujer cuyo cáncer de piel desapareció, al parecer, con la aplicación tópica de té verde. Si el té verde puede hacer eso desde fuera del cuerpo, ¿qué no podrá hacer desde dentro? Ya he hablado en el capítulo 11 del papel que el té verde podría desempeñar en la prevención del cáncer de mama. Beber té podría proteger de tumores ginecológicos como el cáncer de ovarios y el cáncer de endometrio, además de reducir el nivel de colesterol, la presión arterial, el azúcar en la sangre y la grasa corporal. También podría proteger el cerebro tanto del deterioro cognitivo como del ictus. El consumo de té también se ha asociado a una reducción del riesgo de diabetes y de pérdida de piezas dentales, así como una reducción de hasta el 50 por ciento de morir de neumonía. Las personas que sufren de alergias estacionales también podrían beneficiarse del consumo de té. Ensayos aleatorizados han concluido que beber unas tres tazas diarias del té verde japonés Benifuuki a partir de entre seis y diez semanas antes de la estación del polen reduce significativamente la sintornatología alérgica. ESTAR EN LA ONDA Se ha dicho que el desarrollo del electroencefalograma (EEG) para medir la actividad de las ondas cerebrales es «uno de los acontecimientos más sorprendentes, extraordinarios e importantes de la historia de la neurología clínica». Los científicos han descubierto que los seres humanos tenemos cuatro estados mentales básicos: dos mientras dormimos y dos mientras estamos despiertos. Las ondas delta son pulsaciones cerebrales eléctricas lentas (aproximadamente una onda por segundo) y sólo suelen aparecer durante el sueño profundo. Luego está el sueño de ondas theta. A unos cinco ciclos por segundo, este estado mental sucede cuando soñamos. Los dos estados en vigilia son el alfa y el beta. El estado alfa es relajado, consciente y atento, como cuando meditamos. Por su parte, el beta es el estado estimulado y agitado que caracteriza la vida de la mayoría de nosotros. Y, sin embargo, lo deseable es permanecer en el estado alfa: totalmente alertas y centrados, pero relajados al mismo tiempo. ¿Cómo podemos conseguido? Si nos relajamos en un lugar tranquilo y agradable, aproximadamente a los 90 minutos empezaremos a generar una actividad alfa significativa (aunque las personas con mucha experiencia como los monjes budistas, pueden alcanzar este estado mucho antes y mantenerlo incluso con los ojos abiertos). Para adquirir este talento, podría meditar cada día durante unos años ... o beber té. Al cabo de unos minutos después de haber bebido té, cualquiera puede alcanzar ese mismo patrón de ondas cerebrales relajadas pero alerta. Esta alteración drástica en la actividad cerebral podría explicar por qué el té es la bebida más popular del mundo después del agua. |
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