Comentario de la Librería
Este era un libro necesario, a pesar de que su aparición era algo en lo que casi nadie pensaba.
Editado con un propósito divulgativo, este ensayo estudia a la posibilidad de que el arte rupestre tuviera un fuerte vínculo con las sociedades chamánicas, con su cosmovisión y sus prácticas rituales; en definitiva, que el arte rupestre fuera un arte chamánico.
Escrito por dos eminencias en el arte rupestre, el estudio arranca con una introducción al chamanismo, sus prácticas, sus técnicas, los estados alterados de la conciencia, la función en las sociedades arcaicas (caza, sanación, relación con espíritus de los animales o tutelares...).
Antes de entrar en la revisión de las investigaciones sobre el arte paleolítico a lo largo del siglo XX, así como la interpretación que se había hecho hasta el momento de su significado e intención, los autores se adentran en el arte de los san, una cultura aborigen del sur de África, que hasta tiempos recientes realizaban aun pinturas 'rupestres' en las cuevas y abrigos de sus montañas. Este pueblo pudo ser estudiado y sus pintores entrevistados por misioneros y curiosos occidentales, dejando material escrito sobre las intenciones y propósitos en su tipo de arte. En este apartado ya se denotan las conexiones y relación entre la finalidad y motivo del arte de los san y las prácticas chamánicas que ellos mismos realizaban.
Más adelante, y una vez expuestos los estudios previos sobre el arte prehistórico en cuevas y abrigos (sobre todo al norte y sur de los Pirineos), nos adentramos en el estudio de los e.a.c y las visiones fosfénicas y arquetípicas que conllevan, así como la hipótesis que fundamenta el libro: su conexión con la significación de los motivos del arte rupestre. En cierto modo, para los autores este supuso el punto de partida, revelación y conexión, que les llevó a articular esta innovadora y reveladora hipótesis.
Ciertamente, durante los años 90, habían aparecido ya a la luz unas imágenes del arte rupestre en las que se podían identificar con facilidad unas figuras con forma de hongo (véanse los estudios de Samorini al respecto). Este tipo de imágenes están localizadas en Rusia y Norteamérica, pero sobretodo en el norte de África y en Argel. La identificación de estos perfiles fúngicos con hongos psicoactivos no es clara ni certera, pero los estudiosos del fenómeno enteogénico habían subrayado las similitudes, conexiones y simbología chamánicas en otros elementos de estas mismas pinturas.
A pesar de que estas imágenes 'fúngicas' no aparecen tratadas en el presente estudio, la visión general que presenta el libro es más que novedosa, a la vez que aceptable. Si en arte antiguo estuvo siempre relacionado con la cosmovisión religiosa de sus pueblos, ¿por qué no sería natural que también lo estuvieran las representaciones del arte rupestre?
Poco después de su publicación, el libro levantó gran polémica en el mundo académico del arte rupestre -controversia que es discutida en el capítulo final de la presente edición. Acusados los autores de tratar el tema de manera superficial, o demasiado divulgativa quizá, este estudio mereció un segundo volumen, más que generoso y denso por parte de uno de sus autores (D. Lewis-Williams): La mente en la caverna. De aparición reciente, esta continuación has sido aclamada entre la crítica como uno de los tratados revelación más importantes sobre arte rupestre.
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