Fragmento del libro
Tendemos a pensar que las enfermedades neurológicas son algo que puede sobrevenimos en cualquier momento por predisposición genética. A diferencia de las afecciones cardíacas, las cuales suelen progresar con el paso del tiempo debido a una combinación de factores genéticos y de estilo de vida, los trastornos neurológicos parecen sobrevenir por casualidad. Algunos logramos eludidos, mientras que otros los «padecen». Esta idea es errónea. La disfunción cerebral en realidad no es distinta de la cardiaca, y se va desarrollando con el paso del tiempo dependiendo de nuestros hábitos y comportamientos. En el lado positivo, esto implica que podemos prevenir los trastornos del sistema nervioso e incluso el deterioro cognitivo en la misma medida en que podemos evitar las afecciones cardíacas: comiendo bien y haciendo ejercicio.
La ciencia nos ha demostrado que muchas enfermedades relacionadas con el cerebro, desde la depresión hasta la demencia, están muy vinculadas con nuestras elecciones alimentarias y de estilo de vida. No obstante, solo una de cada cien personas llegará al final de su vida sin algún impedimento mental, dejando de lado las cefaleas.
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Cuando le digo a la gente que la intolerancia al gluten representa la peor de las amenazas pero también la más subestimada, casi siempre recibo la misma respuesta: «No puede ser. No todo el mundo es intolerante al gluten. Si eres celíaco sí, claro, pero hay muy pocas personas con esta enfermedad». Cuando les recuerdo que todos los descubrimientos científicos recientes señalan al gluten como un veneno que causa no solo demencia, sino también epilepsia, cefaleas, depresión, esquizofrenia, TDAH y hasta disminución en la libido, la respuesta es casi siempre la misma: «No entiendo a qué te refieres». Lo dicen porque lo único que saben del gluten se relaciona con la salud intestinal, no con el bienestar neurológico.
En el siguiente capítulo nos acercaremos al gluten. Esta proteína no solo es un problema para quienes padecen enfermedad celíaca, un trastorno autoinmune que afecta a una pequeña minoría, sino que al menos el 40 de la población no puede procesar el gluten de forma adecuada, y el restante 60 se halla sobre la cuerda floja. La pregunta que debemos hacernos es: ¿y si todos somos intolerantes al gluten desde la perspectiva del cerebro? Por desgracia, el gluten no solo se encuentra en alimentos hechos a base de trigo, sino en todo tipo de productos inesperados, desde helados hasta cremas para las manos. Cada vez son más numerosas las investigaciones que confirman la relación entre la intolerancia al gluten y la disfunción neurológica. Esto afecta incluso a personas que no tienen problemas para digerido y que dan negativo en las pruebas de anticuerpos antigluten. Lo veo a diario en la consulta. Muchos de mis pacientes me consultan después de «haber intentado todo» y haber buscado la ayuda de innumerables especialistas. Ya sea que padezcan cefaleas, síndrome de Tourette, convulsiones, insomnio, ansiedad, TDAH, depresión o algún conjunto extraño de síntomas neurológicos sin nombre definido, una de las primeras cosas que les indico es que eliminen por completo el gluten de su dieta. Los resultados no han dejado de impresionarme.
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