Prólogo del libro
La primera vez que vi una colmena inviolable, 'de biodiversidad', fue en casa de Gilbert Veuille. Acudía a visitar a este atípico apicultor para publicar su trabajo sobre la colmena de alzas cilíndricas en escayola, sobre la que versará la segunda parte de este libro.
Aquella conversación con Gilbert -que por entonces tenía 94 años- y su esposa Francoise fue para mí inolvidable. Gilbert era un consumado apicultor, apasionado y apasionante. Su conversación resultaba equilibrada, era la voz de la experiencia y de la sabiduría, pero también emanaba el discurso de un visionario.
Haber sabido cuestionar sus prácticas apícolas y haber sabido entender cuáles eran las verdaderas necesidades de las abejas le convirtieron en un pionero. Apoyándose en los trabajos de otros visionarios que le precedieron (el abad Warré, H. Storch ... ), comprendió que los problemas sanitarios de las abejas se debían ciertamente a factores ambientales (contaminaciones, degradación de los ecosistemas ... ), pero también que podían emanar de las malas prácticas del propio apicultor.
De esta manera, como apicultor que se preocupaba del bienestar de sus protegidas, Gilbert llegó a comprender hasta qué punto el trabajo del apicultor podía perturbar y debilitar al enjambre ... Pero también sabía que en ello no había nada irresoluble, y quiso conciliar las tres funciones: polinización, enjambrado y producción de miel. Así que puso a punto una nueva colmena que respetaba a las abejas -la colmena de alzas cilíndricas en escayola- y paralelamente ofreció a las abejas remansos de paz, las llamadas colmenas de biodiversidad.
Salí de este encuentro con Gilbert y Francoise imbuido de un renovado entusiasmo... Yo también había tenido colmenas clásicas de cuadros, y también las había perdido a causa de problemas sanitarios, y también me había dado por vencido. Y todo sin entrever la más mínima alternativa a la vía oficial, que se postulaba como la única opción. Pero allí, de repente, irrumpía la respuesta a preguntas que me rondaban desde hacía años, abriéndome un nuevo camino de reflexión. No tenía más remedio que agradecer a la diosa de las abejas aquel oportuno encuentro, y hacer lo posible para que se desarrollasen tanto el concepto como una verdadera red de colmenas de biodiversidad.
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