Contraportada
Una reciente explosión de interés por los agentes alucinógenos en nuestra propia cultura está empezando a contribuir a que en la antropología se tome mayor conciencia del rol que estas substancias tienen en otras sociedades. Aunque hacía ya tiempo que los antropólogos se interesaron por la función del cactus peyote (Lophophora wiliamsii) en las culturas de los indios de Norteamérica, como Aberle, La Barre, pero han pretendido pasar por alto la importancia etnológica de los alucinógenos naturales, tales como los hongos de efectos sobre la psique y determinadas plantas solanáceas (especies de la familia de la patata), así como también la importancia teórica que el tema tienen en conjunto. Es por esto que algunas de las contribuciones más significativas han sido efectuadas no por antropólogos, sino por farmacólogos, como Lewin, y botánicos, como Schultes, R. Wasson y P. Wasson.
Es indudable que una de las razones más importantes por las que los antropólogos no dieron la debida importancia a las substancias alucinógenas en el chamanismo y las experiencias religiosas, era porque muchos de ellos no habían tomando ninguno de los ingredientes indígenas de efectos psíquicos (aparte del peyote), no habían vivido las experiencias subjetivas que producen aquéllas y que tan definitivas son, tal vez paradójicamente, para la comprensión empírica del significado que tienen para los pueblos que estudiaban. La mayoría, aunque no todos, de los que colaboran en este libro son una excepción y la mayoría de los artículos son de antropólogos jóvenes que describen los resultados de su reciente investigación de primera mano. Con estos trabajos se intenta hacer un pequeño adelanto para lograr conseguir remediar la poca atención, hasta ahora totalmente inadecuada, que los alucinógenos indígenas han merecido en la antropología.
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