Introducción del libro
La intolerancia al gluten se descubrió en Holanda justo después de la Segunda Guerra Mundial. En aquella época, los médicos se dieron cuenta de que, durante la guerra, muchas enfermedades habían desaparecido y luego volvieron a aparecer. ¿Cuál podría ser la causa? Después de realizar numerosas investigaciones alimentarias, descubrieron que la reaparición de las enfermedades se debía a la reintroducción de las harinas y el pan en la alimentación.
Fueron necesarios varios años para descubrir cuál era la molécula maligna del trigo: se trataba del gluten. También se localizó en otros cereales: la cebada, el centeno, la avena y, más recientemente, en el kamut y la espelta.
El gluten, o gliadina, que significa «pegamento», es un elemento flexible que permite obtener una masa ligada en numerosas preparaciones: pan, masas, pizzas, repostería, así como embutidos, platos preparados, conservas, etc. Intentar hacer pan o repostería sin gluten es muy complicado porque, obviamente, sin pegamento la preparación no se liga y se rompe con mucha facilidad.
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Los psiquiatras deberían hacer, de forma sistemática, un examen médico preventivo para detectar la intolerancia al gluten cuando empiezan a tratar a un paciente afectado de trastorno bipolar, depresivo, hiperactivo, histérico, autista o esquizofrénico. ¿Por qué obligar a los enfermos a tomar antidepresivos y psicotrópicos cuando, para curar las depresiones graves, bastaría con dejar de ingerir gluten? Si se hicieran unas pruebas de detección a tiempo, se podrían evitar numerosas enfermedades irreversibles (tiroiditis, diabetes, osteoporosis). Los casos de fatiga crónica deberían alertar a los médicos más a menudo de una posible y eventual intolerancia al gluten.
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