Contraportada
Aparentemente, los secanos son los grandes olvidados de la agricultura. A pesar de que hoy en día la mayor parte de la producción agrícola y de la población rural se sigue sustentando y viviendo de los secanos, la escasez de bibliografía en comparación con la existente acerca de temas relacionados con los cultivos irrigados, indica hasta qué punto no se ha considerado necesario profundizar, en aspectos aparentemente conocidos, por el estamento técnico y científico.
Se entiende como cultivo en régimen de secano el que se practica según permiten las condiciones naturales de la zona de que se trate y sin aporte externo de agua. De esta forma podríamos decir que el cultivo en régimen de secano es el más natural que existe, ya que únicamente se vale, para la obtención de la cosecha, de las condiciones ambientales que la naturaleza pone a su disposición.
Debido a esta circunstancia, también podríamos decir que existen tantos secanos como climas y que las posibilidades productivas son distintas, lógicamente, entre un secano con 2.000 mm de precipitación y un secano que recibe únicamente 200 mm de lluvia al año. Ambos casos constituyen agro-ecosistemas diferentes pero con todos los elementos que la evolución y la adaptación de las especies les ha conferido a lo largo de los años en lo silvestre, y a la selección y mejora genética que los agricultores han propiciado durante generaciones para estas condiciones ambientales concretas.
En el caso de que nos ocupa, nos hemos centrado en los secanos de ambientes semiáridos, por ser los que se corresponden con nuestra área geográfica (precipitaciones inferiores a 500 mm).
Son, por tanto, grandes áreas de nuestra geografía más próxima, tanto de la Península Ibérica como de toda la cuenca mediterránea, las que están sometidas a este régimen climatológico y que es el que condiciona su productividad, puesto que el agua y su distribución es el factor limitante por excelencia. Desgraciadamente, según los datos de los científicos, las proyecciones sobre las consecuencias del cambio climático en esta área terrestre llevan pensar que los regímenes de precipitación van a disminuir en las próximas décadas. En consecuencia, si no queremos que el medio rural se despueble, con las consecuencias socio políticas que este hecho puede conllevar, será necesario ir adaptándose a estos cambios con una agricultura que proporcione unos productos de calidad indiscutible y, por tanto, que les confiera un valor añadido.
Precisamente la región mediterránea se puede considerar, dese el punto de vista histórico, la cuna de cultivos tan trascendentes para la humanidad como el olivo y la vid, cereales como el trigo, la cebada y el centeno, y leguminosas como el garbanzo y la lenteja, entre otros. Sus derivados (el aceite de oliva, el vino, el pan, la cerveza, etc.), lo que actualmente se conoce como 'cocina mediterránea', constituyen la base de la alimentación de tantos y tantos pueblos y civilizaciones que han habitado las orillas del Mare Nostrum.
El aumento de la población ha sido, y continúa siendo, el principal motivo que ha justificado, en el llamado primer mundo, la necesidad de incrementar los rendimientos de todos los cultivos adaptados a las condiciones de aridez propias de los secanos. Sin embargo, la intensificación a través del regadío y de unas prácticas ahora reconocidas como insostenibles, no solo no ha llegado a satisfacer las demandas alimenticias reales, sino que ha provocado una enorme y galopante contaminación difusa en el medio, debida especialmente a los medios técnicos puestos, de una manera un tanto indiscriminada, a disposición de los agricultores.
Consecuencia lógica de estos hechos ha sido la aparición de las llamadas 'agriculturas sostenibles' que, según la propia definición de sostenibilidad enunciada en el informe Brundtland (1987), constituyen el conjunto de técnicas cuya aplicación no compromete el futuro de las siguientes generaciones, siguiendo el nuevo concepto de solidaridad intergeneracional, o dicho en términos vulgares, 'que no dejan huella' en el entorno por la explotación excesiva de los recursos.
En los momentos actuales, estamos sufriendo un segundo aviso en referencia a la crisis que se avecina, en los próximos años, ante el hecho incuestionable de la escasez del petróleo y su imparable incremento de precio. Este hecho va a poner en duda todo el sistema productivo actual, incluidas las nuevas tecnologías, altamente dependientes de los combustibles fósiles, y probablemente el problema del hambre en un mundo superpoblado no se solucionará con ellas sino con el desarrollo de producciones locales basadas en los propios recursos.
La producción ecológica, según determina el Reglamento CE 834/2007 del Consejo, sería el paradigma de la sostenibilidad, puesto que tiene en alta consideración el trabajo del agricultor que lo aplica y controla las prácticas y técnicas permitidas, recomendadas o prohibidas, en su caso, y siempre conducentes a esa producción equilibrada y mucho menos dependiente de los combustibles fósiles.
Con el fin de poner en valor esta idea hemos querido agrupar, en esta publicación, diferentes trabajos que indican, tanto a los técnicos como a los agricultores que quieran transitar por esta vía de equidad y justicia social de cara al futuro, cuál es el camino a seguir y el conocimiento sobre los diferentes aspectos que intervienen en el manejo de los agrosistemas de secano, siempre desde la experiencia de muchos años de investigación, experimentación o práctica diaria.
(De la introdcción del libro)
|