Introducción del libro
Este libro ha evolucionado a lo largo de tres años, a medida que trabajaba en mi consulta con cientos de niños. El plan original era escribir sobre el autismo, ya que la mayoría de mis pacientes eran, de hecho, autistas. Sin embargo, cuantos más niños veía, más claro percibía que había otras epidemias emergentes. Trastornos por déficit de atención con y sin hiperactividad (TDAH/TDA), dispraxia, dislexia, distintas dificultades de aprendizaje, alergias, asma, eccema... Estos trastornos habían alcanzado proporciones epidémicas. Pero además, esas condiciones aparentemente sin relación se superponían unas a otras. Después de años de trabajar con los niños en mi clínica, rara vez he conocido a alguno que haya presentado solo una de las afecciones anteriores. Todos tenían por lo menos dos, tres o más de esos problemas de forma simultánea. Por ejemplo, los padres de un niño que hubiera manifestado alergias, al mismo tiempo podrían describir un par de episodios de asma y eccema, hablarían sobre la extrema torpeza de su hijo (dispraxia) y, seguramente, describirían problemas de aprendizaje. Un gran porcentaje de niños asmáticos o con alergias son también niños con problemas de hiperactividad y dispraxia hasta ciertos grados. Muchos de ellos tienen problemas de concentración y lapsos de atención, lo cual afecta a su capacidad de aprendizaje. Hay aproximadamente un 50% de coincidencia entre la dispraxia y la dislexia y un 30% entre el déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y la dislexia. Los niños que sufren eccema severo en la infancia, muy a menudo desarrollan rasgos autistas o algunas de las manifestaciones anteriores. Muchos niños autistas, además de ser hiperactivos, sufren alergias graves, asma, eccema, dispraxia y dislexia.
Como sabemos, la medicina actual ha creado toda una serie de categorías aisladas en las que encasilla a nuestros niños. Pero los niños modernos no encajan en ninguna de ellas. Al contrario, su situación se parece más a la que he descrito en el párrafo anterior. ¿Por qué se relacionan todas estas condiciones? ¿Qué problema de fondo estamos pasando por alto en nuestros hijos, que los hace más susceptibles de sufrir asma, eccema, alergias, dispraxia, dislexia, problemas de conducta, déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH/ TDA), autismo, y todas ellas combinadas? ¿Por qué, cuando alcanzan la adolescencia, muchos de ellos caen en el abuso de sustancias? ¿Por qué cuando crecen se les diagnostica esquizofrenia, depresión, trastornos bipolares y otros trastornos psicológicos o psiquiátricos?
Para responder a todas estas preguntas tendríamos que fijarnos en uno de los factores que relaciona a todos esos pacientes en un mismo entorno clínico. Este factor es el estado de su sistema digestivo. Todavía no he conocido a ningún niño con autismo, déficit de atención con o sin hiperactividad, asma, eccema, alergias, dispraxia o dislexia, que no sufra anormalidades en su sistema digestivo. En muchos casos estos trastornos son lo suficientemente severos como para que los padres los mencionen en primer lugar. En otros casos puede ocurrir que los padres no mencionen los problemas digestivos del niño y, sin embargo, si se les pregunta directamente, describen una plétora de trastornos intestinales. Pero, ¿qué tienen que ver estos trastornos digestivos con los problemas de autismo, hiperactividad, incapacidad para aprender, problemas de comportamiento, o de estado de ánimo? Según la experiencia clínica y algunas investigaciones, tienen mucho que ver. De hecho, parece que el sistema digestivo del niño es clave para su desarrollo mental. El trastorno subyacente, que se puede manifestar en diferentes niños con diversas combinaciones de síntomas, reside en el intestino. Quizás antes de encajar a un niño con autismo, asma, eccema e hiperactividad, o a un niño con dispraxia, dislexia y alergias en una categoría de diagnóstico particular, tendríamos que poner un nombre a este trastorno concreto, que se origina en el intestino y se manifiesta como una combinación de las afecciones anteriores.
Aquí propongo un nombre: síndrome psicointestinal o síndrome GAP (Gut and Psychology). Los niños con GAPS generalmente se mueven entre las lagunas del saber médico que tenemos y, como consecuencia, no reciben el tratamiento adecuado. En los capítulos siguientes hablaremos con detalle acerca de lo que significa el síndrome GAP, de su desarrollo y de cómo se puede tratar.
Además de los trastornos de aprendizaje en la infancia, hay otras afecciones que también se incluyen en la categoría del GAPS: esquizofrenia, depresión, trastornos de alimentación, trastorno maniaco depresivo, trastornos bipolares, así como el trastorno obsesivo compulsivo. El psiquiatra francés Phillipe Pinel (1745-1828), padre de la psiquiatría moderna, en 1807, después de trabajar durante muchos años con pacientes aquejados de problemas mentales afirmó que «el origen primario de la locura se ubica en la región entre el estómago y los intestinos». A pesar de eso, el sistema digestivo es la última cosa a la que los psiquiatras actuales prestan atención. Más adelante comentaremos las evidencias científicas y clínicas que sugieren que existe una conexión intestino-cerebro en los pacientes con esquizofrenia.
Está más allá del objetivo de este libro detenerse en otras enfermedades psiquiátricas. Esperemos que futuras investigaciones y experiencias clínicas esclarezcan todas las afecciones psiquiátricas que pudieran pertenecer al síndrome psicointestinal. Aquí nos concentraremos solamente en las que se diagnostican con etiquetas como trastornos del espectro autista, el déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH/TDA), la dispraxia, la dislexia y la esquizofrenia. Este libro puede ser útil también para pacientes con diagnósticos de alergia, asma y eccema.
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