Prefacio del libro
Dos semanas antes de su muerte, acaecida en su casa de Down (Kent) el 19 de febrero de 1882, Charles Darwin se felicitaba1 del éxito de The formation of vegetable mould, through tbe actíon of worms with observatíons of their habits, el que habría de ser su último libro, aparecido en octubre de 1881 y del que ya se habían vendido cinco mil ejemplares. Todo un récord en cuatro meses, superando en ventas en su aparición a El origen de las especies (1859) o a cualquiera de sus otras publicaciones. Aunque, tras el fulgor inicial,' su último trabajo fue injustamente despachado por algunos críticos como una obra curiosa de un anciano enfermo e intelectualmente en declive, sobran argumentos que, aún hoy, hacen muy sugerente su lectura y por los que celebrar la aparición de esta primera edición española que publica KRK Ediciones. He aquí alunas razones por las que nos atrevemos a recomendar la lectura de La formación del manto vegetal por la acción de las lombrices, con observaciones sobre sus hábitos.
El anciano Darwin
Contra quienes rebajan la categoría de esta obra a la mera curiosidad de un autor senescente cabría, por un lado, argumentar que el interés por las lombrices no era algo inusitado en la historia natural y, por otro, recordarles que los trabajos de Darwin al respecto se remontan a 1837, fecha en que había presentado a la Geological Society of London una comunicación sobre el mismo terna, por lo que en su libro postrero, regresaba a un tema central que, como se verá, nunca había abandonado del todo.
Ya Aristóteles en Historia animalium se había referido a las lombrices como «el intestino de la tierra», comparando su efecto con el de un arado. Gilbert White había retomado la opinión de Aristóteles en The Natural History of Antiques of Selburne (1789) y en las últimas décadas del siglo XIX las lombrices siguieron suscitando la curiosidad de eminentes naturalistas y zoólogos con los que Darwin mantuvo una fluida correspondencia, como Edouard Claparéde, William Kencely Bridgman, Edmond Perrier, Gustav A. Eisen y Ray Lankester que, entre otros, son citados en las páginas de La formación del manto vegetal por la acción de las lombrices.
Tras instalarse en su casa de North Downs -the extreme edge of tbe world- en 1842, el caballero rural Darwin equipó la finca para sus investigaciones de historia natural. Durante cuatro décadas fue un atento observador de las modificaciones sucedidas en sus territorios y, como era de esperar, la soterrada acción de las lombrices no pasó inadvertida al naturalista.
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(Evaristo Álvarez Muñoz)
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