Prefacio del libro
Cuando era niño, mi madre me infligió graves maltratos emocionales. Yo planeé esos abusos antes de nacer.
Cuando afirmo que yo planeé esa experiencia, lo que realmente quiero decir es que mi alma la planeó. No estoy separado de mi alma: ella abarca todo mi cuerpo, mi energía; en suma, la totalidad de mi conciencia. Sin embargo, mi alma también es más que yo mismo, así como el sol es más que cualquier rayo de luz que emita. Al igual que la tuya, es vasta, expansiva, ilimitada y siempre consciente de su unidad con todos los seres. Conforme aprendo y crezco, hago que mi frecuencia se asemeje cada vez más a la de mi alma, y así permito que exprese más de su sabiduría, de su amor y de su gozo a través de mí. Mi alma, tu alma y, de hecho, todas las almas están hechas literalmente de la energía del amor incondicional. Sé con absoluta certeza que esto es verdadero, porque, como leerás en el primer capítulo, lo he experimentado en carne propia.
Mis mayores desafíos, incluido el maltrato que sufrí cuando era niño, fueron planeados en el nivel del alma antes de mi nacimiento para favorecer mi evolución. No obstante, mi alma es amor, ¿por qué planearía que yo sufriera ese maltrato? Es una buena pregunta que me he hecho repetidamente durante toda mi vida. En muchos sentidos, la búsqueda de una respuesta ha sido el motor que me ha impulsado a escribir este libro.
El maltrato fue intenso y extremo, y aunque era ocasional, constituía una parte muy importante de mi vida cotidiana. Los detalles no son significativos. Lo que importa es comprender cómo y por qué ocurren tales cosas. Durante miles de años, la humanidad ha aprendido mediante el sufrimiento. Si queremos ir más allá del paradigma del «aprendizaje a través del sufrimiento», esta comprensión es indispensable.
Gran parte de la planificación entre el alma de mi madre y la mía se basó en una vida anterior, en la que yo era una mujer y mi madre era mi hijo. En esa vida, mi matrimonio era muy difícil. Al final me las arreglé para liberarme y llevarme a mi hijo conmigo, pero mi decisión de abandonar a mi marido nos dejó en la miseria. Mi hijo me culpó y siempre albergó un profundo resentimiento contra mí debido a nuestra pobreza. Morí relativamente joven y mi hijo, aunque ya era adulto en la época de mi muerte, se quedó solo, sumido en la pobreza, con el sentimiento de que yo lo había abandonado.
Antes de morir, mi hijo (es decir, mi madre actual) no pudo resolver la rabia que sentía hacia mí por la pobreza y el abandono, y que se convirtió en parte de su alma. Por amor, mi alma decidió darle la oportunidad de sanar esa rabia en una relación en la que nuestros papeles como madre e hijo estarían invertidos.
Simbólicamente, este giro representa la intención, en el nivel del alma, de «revertir», es decir, de sanar, la rabia. Es posible que esta sanación pudiera realizarse de mejor manera y que fuera más significativa en circunstancias en las que mi antiguo hijo tuviera el poder de llevar a la práctica su ira. ¿Por qué? Porque la sanación profunda se produce en el momento en que la persona siente la emoción negativa pero no actúa de acuerdo con ella. (La supresión es la decisión de relegar la emoción «negativa» de la mente consciente; en este libro, la defino como sentir la emoción pero no actuar según sus impulsos) Si mi antiguo hijo no se hubiera encontrado en una posición de poder sobre mí, no habría tenido realmente la oportunidad de decidir si expresaba su ira o no. Ese era el plan de nuestras almas, un plan con el que estuve de acuerdo antes de nacer.
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